domingo, 26 de marzo de 2017

Circular por el monte de Luesia: desde l’Artica al Puy Moné y Pozo Pigalo.


Desde la loma del Puy Moné: al fondo el Pirineo, delante, la Sierra de Santo Domingo.
Territorio alejado de los circuitos habituales en montaña pero con un atractivo propio que le hace merecedor de estar entre los “paisajes protegidos” y visitados con regularidad. El monte de Luesia y su vecina sierra de Santo Domingo constituyen el cuarto paisaje protegido de Aragón y el único en Zaragoza. Los otros tres son: Fago y San Juan de la Peña, en Huesca y los Pinares de Rodeno, en Teruel.

El río Arba de Luesia, que rodea el monte por el Oeste, ha ido excavando los materiales más blandos (margas y arcillas) dejando al descubierto los estratos más duros de rocas areniscas, formando pozas de gran belleza, caso del Pozo de Pigalo y Pozo de María; visitar ambos es uno de los objetivos del circuito de hoy, integrados en un recorrido circular y variado en el que están presentes: robledales, pinares, hayedos, encinares, lomas de conglomerado, barrancos, ... todo sucediéndose en esta ruta circular que además ofrece unas magníficas vistas de la Sierra de Santo Domingo. En total 18km de longitud superando un desnivel acumulado en ascenso de algo más de 1.000m de D+.

Hitos de la Circular:

Refugio de l’Artica (980m) – Collado de la Balsiruela (1.204m) – Punta de Cabo Bal (1.312m) – Puy Moné (1.303m) – Punto S4 en loma entre ambas puntas – Loma de Josepín – Pozo Pigalo (800m) – Pozo de María (850m) – Puy Arraso (1.204m) – Collado Erica la Fosa (1.121m) – Mal Paso – Puy Folguera (1.307m) – La Mata del Pueyo (1.222m) – Collado de la Balsiruela – Bal del Palangar – Refugio de l’Artica.

En la población de Luesia la incipiente primavera se deja sentir en los árboles y en sus moradores.  Desde ella arranca una buena pista (dirección al campo de fútbol) que permite llegar en coche hasta el Refugio de L’Artica.

L’Artica es un enclave de lo más acogedor, verde pasto, refugio en buen estado y una fresca mañana que invita a caminar.

Refugio de l'Artica
Inicio la marcha encaminándome hacia la Fuente de l’Artica, para enseguida tomar un claro sendero hacia el Collado de Balsiruela, internándome en un frondoso pinar que posteriormente da paso a un hayedo todavía sin hojas en sus ramas, mientras voy ganando altura sobre la Bal de Valongar.

El lustre del acebo, los bojes en flor y la yedra trepando por los troncos de los árboles caducifolios iluminan este primer tramo del recorrido en el que se sube sin apenas sentir.

Acebo
Boj en flor
 
Yedra trepadora
Camino junto a la procesionaria sobre la ocre alfombra de hojas de haya que cubre la senda; orugas o tiñas que deambulan en largas filas mientras sus blancos nidos quedan prendidos de los pinos.

Salgo del bosque y alcanzo el Collado. Desde él se divisa, justo enfrente, el Puy Moné, inconfundible por la caseta de vigilancia forestal construida sobre la cima.

El Puy Moné
Alcanzo el cordal del monte de Luesia, separador de la parte de Biel, formado por una sucesión de lomas redondeadas orientadas de Este a Oeste y cubiertas de pasto, por las que resulta muy cómodo transitar, y desde donde se proyectan hacia el Norte varias lomas de conglomerado que van perdiendo altura progresivamente. El plan es descender por la de Josepín y retornar después por la del Mal Paso.

Desde el cordal: Loma del Mal Paso (por la que regresaré), detrás la Sierra de Santo Domingo y tras ella el Pirineo
Antes de emprender el descenso hacia el Pozo Pigalo me acerco hasta la cima del Puy Moné.

El recorrido del cordal permite ir contemplando la Sierra de Santo Domingo, así como los mallos de Riglos, en la lejanía.

Los Mallos de Riglos

Tras tomar unas almendras en el Puy Moné retorno por la loma hasta un cartel de madera indicador del desvío S4 hacia Pigalo. Comienza aquí la loma Josepín.
Inicio del descenso por la loma de Josepín
La fuerte pendiente obliga a ir con cuidado. La trocha es estrecha, y serpentea entre los bojes perdiendo altura rápidamente.

Por delante el senderito sigue por el mismo lomo del conglomerado. No siendo difícil, la estrechez de la senda, la caída a ambos lados y el que en algún punto haya que ayudarse de las manos contribuyen a que la atención no decrezca.

Descendiendo por la loma Josepín
Un fuerte olor que llega desde más abajo anuncia la presencia de unas cabras que, al poco, veo aparecer. Nos miramos brevemente y cada cual sigue a lo suyo.

 
Una vez finalizado el descenso por el conglomerado, la senda se interna de nuevo entre los bojes y confluye con la que comunica con el collado de Erica la Fosa. Ya queda poco para llegar al Pozo Pigalo.

Al final del descenso, a la altitud de poco más de 800m, paso junto al bello enclave del Refugio del Corral de Curro.

Al poco alcanzo y vadeo el cauce del río Arba de Luesia.

Seguidamente llego al Pozo Pigalo, el primero de los dos que visitaré hoy. La quietud y belleza del lugar (¡nadie alrededor!) me retienen en él durante un rato.

Pozo Pigalo
Donde hay profundidad, el agua se torna de color verde esmeralda. Pequeños peces se mueven con parsimonia.

 
En la solitaria área de picnic (una buena pista permite acceder a este lugar en coche desde Luesia) aprovecho para tomar un plátano mientras contemplo el también parsimonioso movimiento de una oruga.

 
He de continuar la marcha aguas arriba en busca del Pozo siguiente. Como junto al río no puedo ir por lo espeso de la vegetación, continúo ganando altura durante casi un kilómetro por una pista que se dirige hacia el Norte, hasta llegar al lugar donde se cruza con un antiguo cortafuego, en el paraje del Paco de la Selva.

Unos 100 más abajo, el cauce del Arba; hacia la derecha  el cortafuego se enfila cuesta arriba en gran pendiente hacia el Puy Arraso. Hacia éste iré después, pero antes, desciendo hasta el río para visitar el Pozo de María.

Pozo de María
Un recoleto rincón de agua de color esmeralda junto al cual el tiempo parece detenerse.  

Toca ahora enfilar cortafuego arriba, ganando altura rápidamente durante los primeros 250m de altitud. Unas desvaídas y espaciadas marcas blancas y azules van indicando el trazado de una desusada senda, que atraviesa varias veces la pista que dejé más abajo y que también se encamina hacia el Puy Arraso.

A partir de los 1.060m de altitud tomo la pista, que continúa por la loma ganando altura suavemente, discurriendo de Oeste a Este, paralela a la Sierra de Santo Domingo (al N, a la izq) y la del Puy Moné (al S, a la dcha.).

El Puy Moné, al fondo, a la dcha., desde la loma de Arraso.
En el Puy Arraso un cartel indicador señala el inicio del sendero que enfila hacia el Collado de Erica la Fosa.

La senda se adentra ahora entre altos bojes, sobre alfombra de hojas de haya.
 
Pasos amortiguados que llevan hasta el Collado de  Erica la Fosa, justo al pie de la loma de conglomerado que conforma el Mal Paso que, a pesar del nombre, está recorrida por un sencillo sendero desde el que voy contemplando la loma de Josepín, por la que descendí por la mañana.

Loma Josepin desde la del Mal Paso
Finalmente alcanzo de nuevo la loma del Puy Moné a la altura de la Punta Cabo de Bal, sigo unos metros hasta la de Puy Fonguera y enfilo hacia el Sur para llegar a la Mata del Pueyo.


Loma del Puy Moné y de la Punta Cabo de Bal
Desde la Mata, y en claro descenso, emprendo un trote hacia el visible collado de la Balsiruela. Busco la pista que desde él baja directa hasta el Refugio de l’Artica, y que discurre en paralelo y algo por debajo del camino que utilicé en subida, por la mañana.

Próximo al collado, pero antes de llegar a la pista, topo con una atractiva y alfombrada trocha que se enfila directamente hacia el Sur, hacia donde voy.

Sin pensarlo dos veces me introduzco en ella, y nada más poner el pie en el barranquito me doy cuenta de la necesidad de pasar del modo zancada ligera al de zancada “sonda”, porque la gruesa alfombra de hojas de haya que cubre el suelo también encubre posibles trampas en forma de huecos entre ramas o piedras que hay que evitar. Me doy cuenta también de que literalmente voy chapoteando sobre el arroyo del Valongar.

No obstante, la nitidez del cauce me anima a seguir por él, si bien cada vez se embosca más.

Tramo en verdad enrevesado que, afortunadamente, tiene continuidad hasta desembocar, casi al final del descenso, junto a la pista que originalmente andaba buscando, a la que accedo sin haber sufrido torcedura alguna ¡Todo un éxito!

Llegando al Refugio de l'Artica
El refugio de l’Artica supone el punto final de un circuito de continuos sube y bajas, por lugares intrincados y poco habituales (durante el recorrido no me crucé con persona alguna), de los que la Sierra de Santo Domingo y monte de Luesia están bien provistos.
Imágenes que quedan prendidas en la memoria tras deambular por el monte de Luesia
 

domingo, 19 de marzo de 2017

Circuito por la Norte de las Cabezas de Hierro. En las postrimerías de un seco invierno.


Cabeza de Hierro Mayor. Cara Norte
Rodear por su base la cima de la Cabeza de Hierro Mayor recorriendo el bosque de las Cerradillas, ascender al pico por el Nordeste, confluyendo con la Cuerda Larga en el Collado de Peña Vaqueros, y descender por el corredor Noroeste, desde el collado entre las dos Cabezas, constituye un circuito muy montañero y poco convencional que permite saborear en toda su plenitud la llamada de la montaña invernal, allí donde los crampones o las cuchillas de los esquíes apenas dejan huella sobre la blanca superficie en la que, durante el invierno, se transforman las altas y solitarias campas del Empalotado y Valhondillo.

Pocas horas de sol a lo largo del día, temperaturas habitualmente bajo cero y viento casi permanente, hacen que la vertiente de las Cabezas de Hierro sobre el circo de las Cerradillas sea “una norte” de las de verdad. Un lugar con “seguro” de nieve mientras que en el resto de vertientes de Guadarrama se encuentra en franca retirada.

El itinerario circular que nos fijamos para el día de hoy es el siguiente: Parking de Cotos (1.830m) – Refugio del Pingarrón (1.836m) – Arroyo de las Cerradillas (1.700m) – Base del Tubo Norte de Cabezas (1.850m) – Loma del Empalotado (2.050m) – Collado de Peña Vaqueros (2.222m) – Cabeza de Hierro Mayor (2.381m) – Collado de Cabezas (2.328m) – Canchal Noroeste – Circo de las Cerradillas (1.800m) – Parking de Cotos. En conjunto resulta un recorrido de 13km de longitud, con un desnivel acumulado en ascenso de 800m de D+.

Está amaneciendo cuando, desde el aparcamiento de Cotos, iniciamos la marcha hacia el refugio del Pingarrón. Comienza el tramo de porteo de los esquíes, que la escasez de nieve obligará a llevar a cuestas hasta el entronque con el Arroyo de las Cerradillas.

 
Las laderas norte por las que más adelante deambularemos permanecen a la espera del sol que aún tardará en alcanzarlas. El tiempo se augura sereno. Los paisajes se van iluminando conforme la mañana avanza.

 
Tras dejar a un lado el refugio del Pingarrón descendemos hasta el Arroyo de las Guarramillas. A partir del puente de madera que lo cruza la traza en la nieve está muy  dura a consecuencia de las múltiples pisadas. Si bien todavía no es el momento de ponerse los esquíes, sí lo es para los crampones. Claramente es un itinerario mucho más frecuentado por los montañeros escaladores que por los esquiadores de montaña. De hecho, soy el único que lleva esquíes en el día de hoy, aunque de momento vayan en la mochila.

 
En un recodo del camino, donde éste gira claramente hacia el Oeste para adentrarse en el agreste rincón de las Cerradillas, las principales montañas que delimitan el Circo se muestran en toda su dimensión.

Cerro de Valdemartín
A partir de este mirador el sendero desciende suavemente en dirección al Circo de las Cerradillas. En un punto determinado de la senda hay un poste indicador con varios letreros de madera: las marcas blancas y amarillas guían hacia las Cabezas de Hierro; las balizas azules, hacia Rascafría. Tomamos estas últimas porque son las que nos llevan hacia el cruce del Arroyo de las Cerradillas. A la vuelta vendremos por las blancas y amarillas, que son las que comunican con la cabecera del Circo.

Tras cruzar el arroyo por un cómodo puente de madera la continuidad de la nieve permite que, por fin, me pueda calzar los esquíes. Nos internamos de nuevo en el bosque trazando una diagonal que nos llevará al pie del tubo Norte de Cabezas.

El tiempo continua luminoso, la pendiente se hace bastante pronunciada y la nieve está muy dura. Bien para crampones y bien para cuchillas. Frente a nosotros, aun en la lejanía, tenemos la loma del Empalotado, pero antes hemos de cruzar por su base el tubo Norte.

 
 
 
Nos detenemos unos instantes en la confluencia con el tubo Norte de Cabezas, que aún se encuentra mayoritariamente a la sombra.

Tubo Norte de Cabezas, desde su base.
Algunos, a la altura de donde estamos nosotros, se disponen a iniciar la subida por él. Cuatrocientos metros de desnivel por delante.

 
Dejamos atrás el tubo y nos dirigimos hacia la loma del Empalotado internándonos en el tramo más infrecuente del circuito de hoy. Son pocos los que optan por recorrer estos parajes.

Atrás quedan el tubo y sus sombras.
Transitamos entre pinos cada vez más solitarios y ralos, por pendiente sostenida y sobre nieve dura. Avanzamos imbuidos de la gran serenidad que transmite el ambiente luminoso y espectacular por el que vamos.

 
Sobre la loma del Empalotado. Al fondo, el Macizo de Peñalara
Alcanzamos el amplio plateau que antecede al Collado de Peña Vaqueros, en la Cuerda Larga; la pendiente aquí disminuye notablemente y la cumbre de la Cabeza de Hierro Mayor se presenta ya cercana.

 
 
La  mirada hacia atrás permite ver el Macizo de Peñalara
Llegamos a la cima de la Cabeza Mayor (2.381m) y, protegidos del viento, tomamos algo de alimento antes de iniciar el descenso. La nieve ya se está transformando, presentando excelentes condiciones tanto para bajar con crampones como esquiando.
Desde la cima de la Cabeza Mayor; el siguiente pico es la Cabeza Menor
Descendemos al cercano collado entre ambas Cabezas y continuamos bordeando la Cabeza de Hierro Menor hasta encarar el empinado Canchal de la cara NW de la Cabeza Menor.  

Collado de Cabezas y Cabeza de Hierro Menor (a la dcha)
Los esquíes encadenan los giros que ojalá durasen más y más, mientras que los crampones trazan un línea recta y descendente hacia el fondo del Circo de las Cerradillas. “Lo bueno si breve dos veces bueno”, dijo D. Baltasar (Gracián), pero se nos hacen “brevísimos” los apenas 600m de bello descenso.

 
Hacemos una corta parada para despojarnos de los crampones y de los esquíes (ambos vuelven a las mochilas, y con ello a ser transportados a cuestas), así como para fijar en las retinas el entorno en el que nos encontramos.

 
Seguidamente abandonamos el terreno abierto y nos internamos de nuevo en el bosque siguiendo las marcas blancas y amarillas, que nos llevan a vadear consecutivamente hasta cuatro caudalosos arroyos.

 
Volvemos a transitar por un tramo de bosque agradable y de altos ejemplares.

 
Aprovechamos cualquier ventana en la vegetación para echar miradas evocadoras a las laderas por las que nos hemos esforzado durante el ascenso.

 
 
Cerramos el círculo en el poste indicador con carteles que hay a pocos metros del mirador desde donde esta mañana vimos cómo las primeras luces iluminaban la montaña.  Los crocus ponen su nota de color en la zona no cubierta por la nieve.

 
Llegados al bravo Arroyo de las Guarramillas lo atravesamos por el amplio puente de madera.

 
Las nubes en el cielo anuncian un cambio de tiempo inminente que, con suerte, puede que traiga algo de nieve, y que ello permita hacer durar un poco más la que todavía queda en las caras Norte de la Sierra de Guadarrama, a la que las borrascas le han sido tan esquivas este invierno.
 
 
Circular invernal por la cara Norte de las Cabezas de Hierro