viernes, 23 de diciembre de 2016

Imaginando lo indefinido. Navidad 2016.



Dejemos paso a la imaginación como vía para potenciar las emociones que la Naturaleza nos transmite: misterio, emoción o drama, mediante una combinación de simplicidad en la forma y de indefinición en el contenido.

 
 
 
 
 
 

Siluetas, contornos y contraluces que, transmitiendo tan sólo una parte de la información visual, permiten que el observador amante de la Naturaleza se figure e interprete lo que no se ve,  colocándose a sí mismo en el lugar donde el mundo es real pero difuso.

 
 
 
 
 
 

Permitamos que cada cual, dueño de sus ensoñaciones, fantasee a su criterio.

 
 
 
 

Para comenzar con un Año Nuevo, deseo:

·         Que descubramos la serenidad y la tranquilidad, encontrando momentos para integrarnos en la naturaleza que nos rodea.

·         Que sepamos contemplarlo todo como si fuera la primera y la última vez, con miradas largas y espaciosas, apreciando el valor de la sombra que da cobijo, del agua con la que apaciguamos la sed, y del precario abrigo en invierno.

·         Que vivamos, en fin, nuestro tiempo y nuestras circunstancias ya que, si vividas, serán nuestra vida.

 
 
Salud y Montaña en estas Navidades ¡Feliz año 2017!

domingo, 18 de diciembre de 2016

San Martín de la Bal d'Onsera. Un compendio de las esencias de Guara.



Una ermita era originalmente un lugar de oración y recogimiento que permitía a un fraile o  ermitaño poder cultivar en paz su propia vocación particular.

La de San Martín de la Bal d'Onsera,  ermita rupestre de origen visigótico, está ubicada en un lugar recóndito y singular, enclavado en la cara sur de la Sierra de Guara adonde resulta intrincado llegar. Recorrido montaraz, verticalidades y buitres que todo lo ven.

Al fondo, todavía en sombra, se abre el Barranco de San Martín de la Bal d'Onsera
Son las 10 de la mañana cuando iniciamos la marcha en la zona de aparcamiento que hay tras pasar el pueblo de San Julián, caminando por una ancha senda rojiza que desciende hasta el cauce seco del barranco de San Martín de la Bal de Onsera.

Los arbustos propios de la zona, duros y resistentes, ofrecen sus otoñales frutos precursores del invierno.

Juniperus Sabina
Juniperus Communis - Enebro
Quercus Coccifera - Carrasca
Una vez en el cauce lo seguimos internándonos en lo profundo del barranco. Los hitos nos resuelven cualquier posible duda o titubeo.

 
Las paredes de conglomerado se van alzando y aproximando cada vez más entre sí. En un punto determinado unos mojones indican que es el momento de abandonar el fondo de la barranquera y adentrarnos entre los bojes y las carrascas hasta alcanzar un estrechamiento en el que las paredes casi llegan a tocarse, se trata de la “Puerta del Cierzo”, en alusión a cómo debe de enfilarse el aire por ella cuando se desate la ventolera.

Puerta del Cierzo
A continuación la pendiente se intensifica y el camino se interna en un carrascal muy bien conservado.

 
 
Llegamos finalmente a una confluencia de sendas en la que hay una placa en recuerdo de la muerte de un vecino de Barluenga y un poste indicador con dos alternativas de posible ascensión hasta el Collado de San Salvador:

·         Por el Paso de la Viñeta: la de la izquierda, conduce a él de manera rápida y directa salvando unos 60 metros de desnivel por una cornisa empinada, de no más de 50 centímetros de anchura, dispuesta a modo de rampa muy pendiente con algún que otro peldaño.

 

·         Por la Senda de los Burros: la de la derecha, recorrido más largo si bien no presenta dificultad alguna.

En este sitio nos encontramos con Yolanda e Ignacio y decidimos subir juntos por “la Viñeta” para bajar después por “la Senda”.

El Paso de la Viñeta, sobre-asegurado con sirgas y pasamanos, no presenta dificultad relevante, con terreno seco; ni siquiera el vértigo ronda. Otra cosa puede ser en caso de lluvia o con roca mojada, que el vértigo es muy caprichoso. 

Inicio del Paso de la Viñeta
 
La estrecha cornisa, con peldaños, está muy bien asegurada.
En apenas 15 minutos salimos al Collado de San Salvador, desde donde las vistas sobre el barranco de San Martín y de las formidables paredes de roca que lo custodian son magníficas. Habitadas por una importante colonia de buitres leonados nos percatamos de que, mientras miramos, también somos observados.

 
 
 
Un cartel indicador muestra las tres diferentes alternativas de este cruce de caminos: para acceder a la ermita hay que descender hacia el barranco de San Martín, al otro lado del collado; siguiendo la traza por el lomo, iríamos a la senda de los Burros y la tercera es por la que hemos subido.

Vista hacia Peña Lenases y Matapaños, desde el Collado de San Salvador
El camino hacia la ermita desciende franco hacia el interior del barranco, al principio por estrecha senda, hasta alcanzar unas placas bastante inclinadas de conglomerado, fáciles y expuestas con tiempo seco, pero no tan sencillas cuando estén mojadas. De nuevo la zona conflictiva está asegurada por varios tramos de sirga de acero muy bien colocados. Así que afianzados al cable descendemos los aproximadamente 100 metros de placas hasta alcanzar el fondo del barranco.

 
 
Lustroso acebo en el fondo del barranco
Ahora sí se distingue la ermita, a la que se llega por una trocha cómoda por entremedio de la vegetación.

En lo más hondo está la ermita de San Martín
El paraje es de lo más recoleto: los paredones cierran el barranco por su parte posterior, una cascada cae desde lo alto, la humedad lo envuelve todo. El lugar transmite soledad y recogimiento. No hay más sonido que el del agua cayendo sobre la roca y el de nuestros pasos. Dedicamos un rato a la exploración de este rincón perdido, a la par que comemos algo y unos tragos de agua para reponer energía.

Campana y cascada
 
Pero no podemos quedarnos demasiado, las placas inclinadas y el resto del recorrido nos esperan.

De vuelta en el Collado de San Salvador nos despedimos de Yolanda e Ignacio, que se quedan tomando unas fotos, y emprendemos la marcha por el lomo en pos de La Senda de los Burros, buscando a la par un acceso factible que nos permita culminar también el Pico de Matapaños, sin encontrar nada claro, ya que una espesa vegetación de carrascas y bojes privan de cualquier idea de conjunto, a la par que tampoco es evidente cómo acceder a los definidos corredores de pedrera que aparecen a la derecha de la vertical de la cima.

Así que desechamos la idea de subir al Matapaños y nos adentramos en el bello entorno de bosque de carrascas por el que desciende la Senda de los Burros, que en poco tiempo nos permite alcanzar el poste indicador del paso de la Viñeta, en el cruce de caminos que pasamos a la subida.

Bello bosque de encinas que atraviesa la Senda de los Burros
 
Al pie del poste encontramos a una familia (padres y cuatro hijos entre los 9 y los 14 años) que está decidiendo sobre qué ruta elegir para acceder al Collado de S. Salvador. Tras intercambiar una mirada de asentimiento entre nosotros dos nos ofrecemos a subir con ellos por el Paso de la Viñeta (así luego tendremos oportunidad de hacerla también en bajada).
 
Lo aceptan encantados, y sin más titubeos enfilan Viñeta arriba con nosotros tras ellos, todos a la carrera hasta alcanzar el Collado, donde nos separamos: ellos hacia la ermita y nosotros de vuelta por donde acabamos de ascender.
 
De esta forma, tras una subida y bajada exprés por el Paso, otra vez de regreso en el poste indicador, reemprendemos decididamente el retorno desandando el buen camino por el  barranco, sobre la alfombra de guijarros blancos que cubren su fondo, confortados por el sol del atardecer.
 
Las zancadas cunden y ya de vuelta al terreno abierto podemos ver las vecinas Peñas de Amán y de San Miguel.
Peñas de Amán (dcha) y de San Miguel (izq)
Finalmente alcanzamos el coche tras haber recorrido unos 14km, salvando un desnivel total en ascenso de 825m de D+, por un terreno  mixto y variopinto, con bosques acogedores, cornisas colgadas y vacíos impresionantes, donde el "hermano" buitre supervisa las incursiones dubitativas o decididas de los otros "hermanos", por lugares de barrancos y farallones que guardan circuitos insólitos y agrestes para todo aquel que se decida a explorarlos.
 
 
 

domingo, 11 de diciembre de 2016

Recorrido por Cabeza Mediana y visita a la Hoya de Pepe Hernando. Bosque, charcas y silladas.


Charca de los Plumeros
La Cabeza Mediana, de 1.693m de altitud, es una elevación montañosa enclavada en la sierra de Guadarrama, próxima a Rascafría.

Su nombre hace referencia a los cercanos picos de Peñalara (2.428 m), y de las Cabezas de Hierro (2.383 m), con los que se establece una comparación de las diferentes altitudes. El apelativo “mediana” proviene de su ubicación encajada entre ambas cumbres, que la superan en al menos 700m de altura.

La Hoya de Pepe Hernando es una escondida depresión u hoyo glaciar que se encuentra en la ladera sureste de Peñalara, a los 1.870m de altitud, cuyo acceso no evidente le confiere la característica de enclave con encanto poco frecuentado de la Sierra.

El circuito de hoy busca deambular por unos parajes algo "dejados de lado" cuando fundamentalmente se apunta a las cimas y a los escarpes, incluyendo en este caso las bellezas que la Naturaleza ofrece en sus bosques.

Charcas recoletas, silladas apacibles, serenidad y sosiego es lo que se encuentra en la primera parte de esta circular que discurre al Sur del Macizo de Peñalara y al Norte de las Cabezas del Hierro para, como colofón y cuando haya templado el día, añadirle “la guinda” de visitar la Hoya de Pepe Hernando.

Antes de continuar veamos la definición de alguno de los términos que se van utilizando:

Sillada: Rellano en la ladera de un monte.

Charca: Pequeña hondonada del terreno, natural o excavada, donde se acumula el agua

Son algo más de las nueve de la mañana cuando iniciamos la marcha a la altitud de 1.600m, en el km 38 de la carretera que une Cotos con el Paular, tomando el estrecho sendero que sube paralelo al Arroyo de Peñalara, por su izquierda (por la dcha. en sentido ascendente) en dirección a la Sillada de Garcisancho. Humedad, abundante caudal y solitario transitar entre los pinos.

Ascendiendo junto al cauce del arroyo de Peñalara hacia la Sillada de Garcisancho
Alcanzamos la gran pradera que constituye la Sillada de Garcisancho (1.675m), lugar del que sale, hacia el Noroeste, un sendero poco evidente y algo escondido que se enfila hacia la Hoya de Pepe Hernando, que después tomaremos, ya que ahora y en esta planicie iniciamos la circular que nos va a llevar hasta la Cabeza Mediana.

Hacia el Este se abren tres pistas; en nuestro caso tomamos el sendero del centro, el más estrecho, que en sentido descendente se encamina paralelo al Arroyo de la Umbría, hacia la zona de Matalascuevas, a lo largo de algo más de 3km hasta los 1.450m de altitud.

Al poco encontramos la primera de las Charcas que veremos hoy, la de los Plumeros. Un rincón cuya contemplación atrae y retiene.

Charca de los Plumeros
Continuamos la marcha paralelos al arroyo internándonos en una zona boscosa que nos permite saborear éste otoño húmedo y todavía no vencido, caminando sobre la alfombra de hojas de roble que cubre el terreno, oteando entre las ramas.

Dejamos atrás la Charca y nos adentramos en el bosque
 
 
Salimos finalmente a una pista que discurre por encima de nosotros y la seguimos hasta entroncar con otra principal que, en sentido Norte – Sur, une el Monumento al Guarda Forestal con la Cabeza Mediana rodeando el Rincón de los Condenados.

Abandonamos la umbría por la que veníamos transitando (de ahí el nombre del arroyo que la atraviesa) y salimos a la luminosidad del pleno sol donde los árboles impregnados de rocío brillan como si estuviesen helados.

La vista, mientras trata de adaptarse a la luz, se fija en la humedad que en forma de gotas se prende de las acículas de los pinos.

A través de las lágrimas que inundan los ojos nos percatamos, más que vemos, de la huidiza presencia de un corzo que atraviesa rápidamente el camino para perderse enseguida entre la vegetación.

El acebo está presente en esta parte soleada de la ruta.

Entre deslumbramiento, lágrimas y corzo pasamos de largo, sin apercibirnos, la trocha que, de haberla visto y seguido, nos hubiese llevado a la vecina Charca Helada, así que queda pendiente.

Unos metros más adelante sí encontramos la segunda y última de las Charcas de la jornada, la de La Fuente, así llamada por estar alimentada por una fuente que sale junto a la pista, unos metros por encima de la charca. De nuevo un enclave para admirar.

Charca de la Fuente
Continuamos rodeando el Rincón de los Condenados dando vista a la cara Norte de las Cabezas de Hierro.
 
Seguidamente, tras un fuerte repecho final, se alcanza la pradera en la que unos bloques graníticos conforman la cima de la Cabeza Mediana (1.693m), afeado bastión provisto de punto geodésico y antenas, sobresaliendo en un plácido entorno.

Desde la cumbe de Cabeza Mediana. Tras las nubes, el macizo de Pañalara.
A partir de aquí el sendero llanea en sentido Este – Oeste con algunos sube y baja, primero la Sillada de Malabarba, con las Cabezas de Hierro a nuestra izquierda, y el Macizo de Peñalara a nuestra derecha, siempre a la vista.


La Cabeza de Hierro Menor, al fondo.
Al fondo, la Cabeza de Hierro Menor; bajo la cima, el inicio del Tubo Norte de Cabezas.
Macizo de Peñalara
Un grupo de caballos nos observa a cierta distancia.

Pasamos por la irrelevante cumbre del Cerrito Sarnoso, sin adornos ni antenas, tan sólo un mojón, y continuamos la marcha hasta cerrar el círculo alcanzando de nuevo la Sillada de Garcisancho.

Desde este lugar, si se encuentra el camino y después no se pierde, tras doscientos metros de empinada subida se alcanza la Hoya de Pepe Hernando.

Iniciando la subida hacia la Hoya de Pepe Hernando
En nuestro caso sí encontramos la senda, pero después, en un punto determinado, seguimos unos mojones que tiraban rectos hacia arriba hasta darnos cuenta, a la altura de los 1.950m y ya pisando nieve de verdad, de que la Hoya estaba justo al otro lado de la loma que teníamos a nuestra izquierda. De modo que retornamos hasta encontrar, a la altura de los 1.825m, los mojones que contorneaban dicha loma en dirección, ahora sí, a la escondida Hoya de Pepe Hernando.

Hoya de Pepe Hernando, bajo el Macizo de Peñalara.
Una vez más resultó complicado llegar a este recoleto paraje al pie del Macizo de Peñalara, donde pocos van, pues si resulta complicado alcanzarlo desde abajo, más lo es si se viene desde arriba. En cualquiera de los casos su visita compensa el esfuerzo que conlleva.

Arroyo de Peñalara, a su paso por la Hoya de Pepe Hernando
El retorno hasta donde habíamos dejado el coche lo realizamos desandando el camino, sin problemas de orientación ya, aprovechando las últimas sensaciones que produce el atardecer en un entorno apacible y solitario.

Sillada de Garcisancho
 
En suma, un recorrido de 14km de longitud salvando un desnivel total en ascenso de 825m de D+ (Sin el extra del despiste el desnivel se hubiera visto reducido en unos 150m).