lunes, 25 de julio de 2016

Macizo de Peñalara por la Hoya de Pepe Hernando

Es final de julio y las temperaturas amedrentan en la Sierra de Guadarrama, pero hay un lugar apartado y solitario en el  Parque Natural de Peñalara, todavía desconocido para mí, que me atraía desde hace tiempo, la Hoya de Pepe Hernando, y cuyo acceso quería ubicar bien.

La Hoya atrajo mi atención ya en marzo de hace un año cuando, con mi amigo Manuel, circunvalamos con esquíes el Macizo de Peñalara. Vista desde arriba quedó en la mente como “pendiente de visitar”.

Así que diseño un itinerario circular que, además de la Hoya, me permita recorrer el rosario de lagunas de distintos tamaños que se ubican al pie del cordal del Macizo de Peñalara, a la par que ascender a las cumbres que lo componen. Al final sale un recorrido de 15,3km salvando un desnivel en ascenso de 1.100m de D+ que resulta “bastante trabajoso”.

Son algo más de las ocho de la mañana cuando inicio la marcha en el km 38 de la carretera que une Cotos con el Paular, tomando el estrecho sendero que sube paralelo al Arroyo de Peñalara, por su izquierda (por la dcha. en sentido ascendente). Llevo presente en la cabeza la distinta bibliografía que he consultado, en la que se advierte de la conveniencia de “mantener el cauce a nuestra izquierda, viéndolo o escuchando el rumor de sus aguas, separándonos de él cuando se encajona demasiado”, de manera que con esta “letanía” empiezo la jornada. A la vuelta me daría cuenta del punto exacto en el que, a muy poco de empezar a subir, pasé de largo el buen sendero que se alejaba del cauce, mientras yo seguía arroyo arriba por otro poco pisado.

Asciendo pegado al cauce
A la altura de los 1.670m accedo a la pista RV5 que comunica Cotos con el Paular. Unos metros hacia la izquierda hay un puente bajo el que pasan las abundantes aguas del Arroyo de Peñalara, hacia la derecha continúa la pista (a la bajada comprobaría que en apenas doscientos metros hubiera dado con la Sillada de Garcisancho), así que atravieso la clara pista y, “apartándome lo justo del cauce del arroyo como para seguir escuchando sus aguas”, enfilo bosque arriba por medio de un abrupto pinar con sotobosque de helechos, sin trocha alguna.

Por el intrincado pinar
Finalmente, y tras más esfuerzo del previsto, accedo a una pequeña hoya, que en ese momento creí que era la de Pepe Hernando (erróneamente; después comprobaría que estaba en otra, pero  al Sur de la verdadera Hoya de P. Hernando).

Encuentro que es un lugar agradable, que se parece a las fotos que he visto pero que, sin embargo, carece de los detalles que recuerdo de ellas, en fin, aquí estoy, así que tomo una barrita energética mientras evalúo el mejor camino para continuar.

Primera hoya de la jornada. Detrás de la loma del frente se halla la de Pepe Hernando
Las laderas tapizadas de verde, engañosamente amigables en la distancia, se tornan extraordinariamente trabajosas en la proximidad al estar tupidas de enebros y piornos de mediano porte (en torno al metro de altura) por donde ni trocha de animales hay.

Así que diagonal hacia el Norte mientras voy dejando paulatinamente atrás y abajo la praderita.

Praderita de la que vengo (abajo). Al fondo el valle de las Cerradillas. Cabezas de Hierro a la izq. y Cerro de Valdemartín a la dcha.
Hasta que, cerca de entroncar en altura con la buena senda que recorre las lagunas, diviso, al otro lado de la loma que acabo de superar, la verdadera Hoya de Pepe Hernando. Lo cual aclara todas las dudas que he venido rumiando desde que accedí a la primera y me hace decidir que volveré por la Hoya a la bajada.

Hoya de Pepe Hernando
Aclarado el despiste me centro en el punto en el que me encuentro. Estoy junto a las Cinco Lagunas, espejos de agua en los que se reflejan las cumbres circundantes de los riscos de Claveles y Pájaros.


Es todavía temprano y el lugar se encuentra solitario. El insistente croar de las ranas resuena fuertemente. Los animales se muestran confiados.


Continúo la marcha hacia la laguna de los Claveles y, posteriormente, la de los Pájaros, desde donde inicio la subida hacia el cordal.

Risco de Claveles (el más alto), a su dcha. el Risco de los Pájaros
Encuentro unas cabras asoleándose  entre el risco de los Pájaros y el de los Claveles.


Me cruzo con pocas personas en la arista que une Claveles con Peñalara.

Atrás quedan el Risco de Claveles (al fondo) y la cresta que lo une con el Pico de Peñalara, más próxima.
En la cima de Peñalara, tan concurrida como es habitual, me tomo un plátano antes de iniciar el trote descendente hacia las Dos Hermanas por la vía normal de acceso desde Cotos.

En un punto determinado del descenso hacia Cotos abandono el transitado sendero para dirigirme hacia el Refugio de Zabala, situado el pie de la Hermana Mayor, en el Circo de Peñalara, por una senda bien marcada y muy poco frecuentada actualmente.

Desde el solitario Refugio de Zabala, mirada hacia la desierta senda que lo une con el camino de Cotos.
Bajo él, hacia el Norte, la laguna Grande que alcanzo enseguida.

Desde el R. Zabala, la Laguna Grande de Peñalara. Sobre ella, el Pico de Peñalara.
Sin pausa voy completando la circunvalación del Circo de Peñalara, recorriendo a partir de aquí sus lagunas por el bien habilitado y muy concurrido camino.

Bajo la mole de la Hermana Mayor, el circo glaciar de Peñalara.
Dejando atrás el circo de Peñalara. A la izq., la Hermana Menor, al frente, la Hermana Mayor.
Tras superar un largo repecho veo de nuevo las Cinco Lagunas, una pequeña meseta verde salpicada por humedales, desde donde iniciaré el descenso a la Hoya de Pepe Hernando, escondido lugar al que me está resultando difícil llegar.

Las Cinco Lagunas
La Hoya de Pepe Hernando. Marcado el descenso por la morrena izq.
Dejando atrás la meseta comienzo el descenso a la Hoya bajando por la morrena de la izquierda. 

Inicio del descenso hacia la Hoya de Pepe Hernando. Atrás quedan: el P. Peñalara (izq.) y el de Claveles (el más puntiagudo)
Procuro mantenerme sobre el lomo de la misma, sin caer en la tentación de derivar a la izquierda o a la derecha.

Transitando a lomos de la morrena
Atravesando la abigarrada vegetación, buscando el mejor paso,  y procurando evitar las ramas de los pinos accedo por fin a la recóndita Hoya de Pepe Hernando que tanto se me ha resistido.

Hoya de Pepe Hernando ¡Por fin!
En el límite Sur, desde el emboque del sendero que no supe encontrar por la mañana contemplo el lugar, reconozco, ahora sí, cada uno de los detalles que había visto en las fotos. Estoy cansado pero satisfecho.

Sólo me queda dejarme llevar al trote por la buena senda descendente, bien marcada y a la sombra, lo que agradezco sobremanera.

Atravieso sin detenerme la Sillada de Garcisancho, me aproximo al arroyo, reconozco el punto en el que, por la mañana, inicié la deriva y retorno al coche habiendo realizado un circuito intrincado en varios tramos y solitario en gran parte, lo que resulta bastante inédito considerando lo próximo que está a una de las zonas más frecuentadas del Parque Natural de Peñalara que recibe más de 130.000 visitantes cada año.