lunes, 26 de octubre de 2015

El Castañar del Tiemblo ¡En tiempo de castañas!

En el extremo más oriental de la Sierra de Gredos, junto al valle de Iruelas, al Sur de la localidad del Tiemblo, se encuentra un magnífico bosque de castaños. En él, espigados ejemplares se alzan hacia el cielo compartiendo espacio y silencio con algunos ya centenarios de tronco roto, abierto y aparentemente seco.

Desde el área recreativa del Regajo, bajo los robles que comparten el bosque a esta altura, observamos la frondosidad por la que nos vamos a internar. El ambiente es muy húmedo, prevemos que no tardará en llover, así que tenemos unas pocas horas para re-correr sus sendas alfombradas de castañas antes de mojarnos de verdad.

Puente de acceso a la Senda del Castañar
La tenue claridad se cuela entre las serradas hojas de los altos árboles, comienzan a aparecer los restos de troncos secos y retorcidos a cuyo alrededor, y de la misma raíz, salen, como en corona, tallos más jóvenes, descendientes de aquellos que ya dejaron de crecer. Vamos en silencio, atrapados por el cautivador entorno. 


Las zancadas suenan amortiguadas por el lecho de castañas sobre el que marchamos. El sendero, amplio y bien marcado, nos conduce hasta  a una explanada donde el bosque se abre, dando vista al refugio de Majalavilla que, rodeado de castaños, presenta un aspecto muy acogedor.

Refugio de Majalavilla

Dejando Majalavilla a la derecha descendemos por marcado camino hasta llegar a la altura del Abuelo, "el señor del bosque". El Abuelo es un castaño monumental de más de quinientos años, con unos diecinueve metros de altura por unos dieciséis de perímetro.

El Abuelo
Tras contemplar largamente al longevo coloso, a cuyo lado uno toma conciencia de lo efímero de la propia existencia, reanudamos la marcha adentrándonos en una de las zonas más solitarias y frondosas del bosque. No es el único “anciano poderoso” que hay por el entorno. Algo más abajo, casi junto al arroyo de la Yedra, hay otro similar al que también “presentamos nuestros respetos”.

Otro "anciano del lugar"
Continuamos aguas arriba del arroyo; los castaños centenarios se mezclan con los robles formando un atractivo conjunto. 


Al poco alcanzamos la plácida pradera de Garrido, donde el bosque se abre. Intuimos, que no vemos, arriba, dentro de la nube que todo lo cubre, el Pico de Casillas y el Portacho del Pozo, marcando la divisoria con el vecino valle de Iruelas. 

Aún no llueve, así que enfilamos hacia el Pozo de Hielo. Adentrándonos en el vaho, el entorno resulta algo irreal.

De pronto una “sensación” hace que nos detengamos de golpe. Descubrimos que estamos compartiendo lugar y castañas con otro ser que, como nosotros, se amaga en la neblina. Nos miramos para, a renglón seguido, continuar cada uno a lo suyo.


Ascendemos ahora por una estrecha pista muy empinada; Ya no hay castaños; entre los helechos, los rugosos troncos de aislados robles contrastando con los espigados pinos han tomado el relevo.




Retorcidos robles entre enhiestos pinos
Comienza a llover. Estamos a 1.400m de altitud, unos 60m por debajo del Pozo de Hielo, pero no merece la pena continuar porque no vamos a poder otear desde el portacho, así que, media vuelta y a descender.

Hay cosas que vemos ahora y que nos pasaron desapercibidas durante la subida, por ejemplo este hermoso ejemplar de “Macrolepiota Procera” que, tras ser identificada en la distancia por el amigo Andrés, estaría rica, rica rebozada y bien frita, pero que hoy se queda en su sitio, porque hemos venido a las castañas.

La lluvia disminuye a medida que descendemos y conforme salimos de la nube.

Pasamos por el área de las Barrancas y alcanzamos una pequeña llanura entre robles y castaños. Seguimos el curso de agua hacia arriba hasta llegar a una bifurcación de la que tomamos el ramal de la izquierda, por el que llegamos al Castañar del Resecadal.

Este rincón está cuajado de robustos árboles, de copas amplias y redondeadas; gigantes centenarios con una edad media de ciento cincuenta años.

El Resecadal
A partir de aquí el camino desciende con bastante pendiente hasta salir a una bifurcación donde, continuando por la derecha, enseguida se alcanza el puente por el que habíamos entrado a la Senda del Castañar. La lluvia cae moderada pero insistentemente.



Estamos de vuelta en el área del Regajo, donde la aglomeración de coches y personas es notable. Apenas había unos veinte vehículos a las 9h y tres horas después más de cien, amén de los que siguen llegando sin tregua. El bosque pierde la serenidad y sosiego de la mañana dando acogida al bullicio y alborozo de grandes y pequeños ansiosos de vivir la experiencia de coger castañas a puñados.

domingo, 18 de octubre de 2015

Barrancos de Morana y del Horcajuelo: primitivos y montaraces.

Las cuatro Peñas de Herrera, desde Añón
Hoy toca recorrer el que quizá pueda considerarse como el más selvático de los barrancos que surcan el Parque Natural del Moncayo, el de Morana, completando el circuito con su vecino el del Horcajuelo. Se encuentran ambos en la vertiente Norte del macizo, entre las Torres de Herrera, al Este, y las cumbres del Moncayo, al Oeste.

Son las 10 de la mañana cuando Andrés, Eduardo y yo iniciamos la marcha habiendo dejado el coche junto a la caseta de la Cabra Moncaína (950m), lugar al que se accede desde Añón por cómoda pista.

La Muela del Horcajuelo llena el horizonte; a la derecha, Morana; a la izquierda, Horcajuelo.

La Muela del Horcajuelo
Comenzamos el itinerario caminando aguas arriba del río Huecha, que vadearemos en numerosas ocasiones, ya que la senda, clara o intuida, hay que buscarla en todo momento muy pegada al cauce; tan sólo en contadas ocasiones, y durante pocos metros, se separa del mismo.

Vamos viendo, escuchando, y de vez en cuando hasta catando el agua, porque tarde o temprano acabamos “pescando”.

La vegetación se va espesando, los acebos, plenos de bayas, colonizan el espacio; sus punzantes hojas son un aviso de lo que encontraremos más arriba.

En un punto determinado, al pie de una roca visible tras la vegetación, la traza principal enfila hacia la izquierda, al Horcajuelo (hay una estaca con la señal verde y blanca). Mientras un ramal mínimamente pisado arranca hacia la derecha, al Morana (no tiene éste indicación especial alguna, ni cartel, ni mojón, tan sólo la hierba se ve algo más pisada).

Iniciamos el recorrido del barranco de Morana que discurre encajonado entre la boscosa y empinada ladera Sur del Cabezo de Bellido y la menos abrupta de la Muela del Horcajuelo, al principio con orientación Este/Oeste para ir girando hacia el Sur en su parte final.Posteriormente comprobaremos agradablemente que la senda ha sido limpiada y abierta en su totalidad.

Rocas emergiendo hacia lo alto, colorido otoñal, y siempre el río Huecha a cuyo lado vamos ascendiendo.

Los vadeos son frecuentes. La posibilidad de "pescar" es muy elevada
La vegetación nos rodea por todas partes; pincha, se engancha, la apartamos. La vista fija en las marcas, claras algunas veces, sutiles las más. Avanzamos recordando al que las hizo, Jesús, con quien Eduardo ya recorrió este barranco no hace mucho, cuando todavía era necesario el machete para abrirse camino entre la espesura.

Sonreímos al reconocer las señales: cortes limpios en algunas ramas de los acebos facilitando el paso; algunas piedras disimuladamente colocadas marcando un punto de vadeo; y otras sutilezas que no escapan a nuestros activos ojos y que nos van mostrando el camino mientras los sentidos se van llenando de naturaleza. Nuestro agradecimiento a quien se ha cuidado de ello.

En caso de duda, siempre seguimos el curso de unas aguas cristalinas cuya contemplación, en forma de pozas o saltos, nos retiene a cada rato.



Seguimos la marcha y al poco alcanzamos el murete de una pequeña presa.

Cruzamos al otro lado y continuamos hacia arriba caminando por el mismo borde de una canalización por la que baja el agua. Toca hacer algún que otro equilibrio sobre el musgo que la recubre, único paso practicable ya que todo en derredor es vegetación cerrada.

Arco vegetal bajo el que pasamos
Seguidamente aparece de nuevo la trocha.

A estas alturas del recorrido formamos ya parte de este ambiente bravío, frondoso y denso que estamos atravesando.

Nos hemos habituado a los continuos enganchones y al frecuente vadeo del río, unas veces más sencillo que otras. Las matas de menta perfuman el ambiente; las de ortigas (parecidas, pero qué distintas) dejan su impronta en manos o pantorrillas descuidadas.

En las alturas, por encima de la vegetación, el sol calienta las rocas.



A ras de suelo, frente a nuestros ojos, tupida fronda, agua y hermosa naturaleza.


Y casi sin esperarlo, el barranco se abre; el pinar hace su aparición y caminamos sobre pedrera. El sendero se torna nítido. El Huecha fluye formando gradas.



Alcanzamos el extenso plano al pie del cuello de Horcajuelo, paso natural hacia el vecino barranco de Horcajuelos. 

Optamos por ascender al Alto de los Almudejos (1.703m) para otear desde él la cara oculta del Moncayo, por donde Eduardo y yo anduvimos hace unas pocas semanas (Valcongosto y Cuartún)

Extenso panorama desde el Alto de los Almudejos: el Morrón, las Peñas de Herrera, …., pero hemos de bajar y optamos por el monte a través. 

El Morrón
A la izq, las Peñas de Herrera I y II, a la dcha, el Morrón, abajo los Corrales de Horcajuelo
El descenso por el pinar que cubre la cara Este del Alto nos permite ver fugazmente las ancas de dos corzos en su huida.

Llegamos a los corrales e iniciamos el descenso del barranco de Horcajuelos.

Más abierto y despejado que el de Morana, con sendero evidente, permite una bajada rápida y sin obstáculos. Acebos, encinas y colores otoñales dan paso, de pronto, a la formación rocosa más característica de la ruta, la Torre de Morana. Lugar de escalada y a cuya base se accede tras fácil trepada, muy atentos a dónde se ponen las manos, no sea que molestemos a alguna víbora.


La Torre de Morana

Barranco de Horcajuelo desde la Torre de Morana
Caminamos entre rocas ferruginosas, cuyos erosionados contornos dan lugar a bellas formas, 

Dejamos atrás la Torre mientras vamos completando el circuito de hoy.

Alcanzamos el coche tras haber realizado un itinerario de unos 15km salvando un desnivel total de 900m de D+, recorriendo dos hermosos barrancos de los que, por lo menos uno (Morana), hasta hace poco estaba sólo accesible para los más iniciados y bravos caminantes. Si bien ahora no debe tampoco tomarse a la ligera, pues hay que echar mano de una desarrollada capacidad de orientación.

Cae la tarde, los barrancos reciben los últimos rayos del sol