jueves, 30 de enero de 2014

Esquí de travesía en torno al nacimiento del río Manzanares: Bola del Mundo, Maliciosa, Cerro del Telégrafo.

La Bola del Mundo desde el Cerro del Telégrafo
El río Manzanares, tras nacer al pie del collado de Guarramillas, continua por el barranco del mismo nombre hasta entroncar, unos cientos de metros más abajo, con el torrente que viene del ventisquero de la Condesa. 

Esta cuenca alta, en tiempo de invierno, acumula gran cantidad de nieve y permite esquiar por nieve virgen en un entorno próximo al puerto de Navacerrada, recorriendo unos itinerarios poco frecuentados (para más detalles: Cinco itinerarios de esquí de travesía en la Sierra de Guadarrama)

Es temprano cuando mi amigo Manuel y yo emprendemos la subida en el Puerto de Navacerrada (1.858m) hacia la Bola del Mundo. La pista de acceso está totalmente cubierta de nieve dura y helada. Vamos deslizándonos a la sombra.

Comienza a salir el sol tras el pico de la Maliciosa. La nieve se encuentra desigualmente repartida: acumulada en las zonas resguardadas, con los piornos y las rocas asomando en las partes sometidas a la acción del viento.

Al fondo, el pico de la Maliciosa
Agradecemos salir al sol. Estamos aproximándonos a la primera cima de hoy: la Bola del Mundo (2.258m), con sus inconfundibles antenas. La nieve está dura, dura.

Desde ella, las palas nevadas con la Maliciosa al fondo incitan a descender cuanto antes hacia el Collado del Piornal (2.074m). Nieve en buenas condiciones, no demasiada pendiente, en suma: suave deslizamiento que, con los primeros rayos del sol caldeando la mañana, contribuyen a aminorar el impacto del persistente viento.


Pluviómetro sobre el Collado del Piornal
Desde el collado podemos casi alcanzar la cima de la Maliciosa (2.227m) con los esquíes puestos. Pero casi, porque a medida que nos aproximamos a ella el hielo sustituye a la nieve, y las rocas afloran por doquier.

Llegando a la cima de la Maliciosa
El poco rato que pasamos en la cumbre lo hacemos al resguardo de su cara Sur, menos sometida al azote del aire.

Abrupta cara Sur de la Maliciosa
Tenemos a la vista los siguientes objetivos de la jornada: los barrancos de Guarramillas y de la Condesa, con sus respectivas cimas, el Cerro del Telégrafo y la Cabeza de Hierro Menor.

De izquierda a derecha: La Bola, Coll de Guarramillas, Cerro del Telégrafo, Coll de Valdemartín y Cabeza de Hierro Menor.
El descenso por la Norte de la Maliciosa hasta la confluencia de los arroyos que conforman el río Manzanares constituye un agradable esquiar por amplias palas en un entorno solitario ¡Qué pronto se acaba! Son algo más de 400m de desnivel que se esfuman en un suspiro.

La fijación de uno de los esquíes lleva dando la lata desde el comienzo de la jornada. Los giros han de ser lo más suaves posibles para evitar que salte la puntera, y aun así, en cuanto se fuerza algo, acaba uno en el suelo.

El imprevisto técnico nos obliga a reconsiderar la ruta y acortarla; en lugar de ascender por el ventisquero de la Condesa, para abordar las Cabezas de Hierro, optamos por encarar el barranco de Guarramillas y subir a la loma que lo separa del de Valdemartín para, siguiéndola por lo alto, llegar al Cerro del Telégrafo.

Remontando el barranco de Guarramillas
La limitación técnica nos ofrece a cambio la oportunidad de transitar por un entorno que, de otro modo, se nos hubiera escapado. Soledad, belleza, buena nieve, con algún que otro tramo inicial sobre los piornos, y pendientes moderadas hasta alcanzar la parte alta del cordal.

El aire, que en la zona baja se notaba poco, azota fuerte en cuanto alcanzamos la loma.

Los esquíes crujen y resquebrajan las “heladas olas” a medida que, con la cabeza agachada y los ojos entornados, vamos surcando esta irregular superficie, con el fuerte viento del Norte dándonos de cara.


Las Cabezas de Hierro asoman sobre "las olas"
El “mástil” que marca el Cerro del Telégrafo (2.270m) anuncia que ya está próximo el pequeño murete sobre el que se levanta y que proporcionará temporal resguardo del fuerte viento.


Tras él, agazapados, contemplamos las antenas de la Bola del Mundo mientras tomamos una barra energética y agua.

La mirada resbala sobre la helada superficie a la par que se dirige hacia la cima de la Maliciosa, sobre la que ya son visibles las nubes que se van consolidando, empujadas por la ventisca del Norte.

Nubes formándose sobre el pico de la Maliciosa
La visibilidad comienza a empeorar, las nubes cada vez son más densas, así que el descenso hacia el Collado de Guarramillas (2.158m) es rápido. La niebla se ha espesado ahora y cuesta no perder el rumbo. Las antenas de la Bola, referencia buscada con ahínco en estas condiciones, se hacen visibles sólo momentáneamente. Suficiente como para ajustar la marcha y alcanzar el comienzo de la larga y empinada pista de esquí que acaba en el Puerto de Navacerrada.


Jornada de esquí de travesía, salvando un desnivel acumulado de unos 1.000m de D+, por una zona próxima y escasamente frecuentada, que pudo haber sido más larga pero que, debido al imprevisto técnico con la fijación, no lo fue tanto, aunque sin embargo nos dio la oportunidad de recorrer en detalle un entorno bello y que, de otra manera, se nos habría escapado.

lunes, 20 de enero de 2014

La Gran Cañada de la Pedriza, desde el Hueco de San Blas. Caminando sobre la escarcha.

En las primeras horas del día, las que siguen a una noche fría y silenciosa, la extensa dehesa solitaria y blanca incita al recogimiento y a la contemplación.

El recorrido de hoy parte del Canto del Berrueco, en el Hueco de San Blas, accede a la Pedriza por el Collado de la Dehesilla (siguiendo el curso del arroyo de Coberteros), alcanza la base del Yelmo, y va a enlazar con la Gran Cañada justo en el punto donde arranca el callejón de las Cerradillas para, desde él, seguir en su totalidad (sentido Oeste – Este), hasta llegar de nuevo al punto de partida.

Dejo el coche en el Canto y empiezo la marcha. En cuanto me introduzco en el barranco de Coberteros comienzo a transitar a la sombra, y así será hasta poco antes de alcanzar el Collado de la Dehesilla, bien visible durante toda esta parte del recorrido.

La rosada lo cubre todo. Caminar sobre escarcha es andar sobre hielo, de modo que hay que hacerlo con el debido cuidado para no acabar tendido en el suelo, doliéndote de un golpe con imprevisibles consecuencias.

El chasquido de mis pasos es el único sonido que percibo alrededor. Me esfuerzo en evitar pisar sobre las piedras. Roca y follaje cubiertos de blanco, fríos al tacto y resbaladizos. Cuando salga al sol ya entraré en calor, que de momento no tengo.

Tras el rústico vivac se encuentran la calidez y la luz.


Risco de Mataelvicial
Alcanzo el Collado de la Dehesilla y, sin detenerme, continúo por el buen sendero que, por la cara Norte, se enfila hacia las Cuatro Damas y el Acebo. Me sorprende  que, aparte de algunas placas de hielo, perfectamente evitables, el resto del camino está seco y sin restos de escarcha ¡Menos mal!

Superado este último tramo de sombra accedo a la luminosidad de la cara Sur. Las Cuatro Damas se templan al sol mañanero.

Las Cuatro Damas
A partir de este momento la ruta discurre entre las rocas y siluetas pedriceras que tanto estimulan la imaginación. Mirada agudizada y atenta para no dejar escapar detalle alguno de los muchos que nos rodean.

Por más veces que se deambule por estos entornos, siempre se encuentran perspectivas nuevas o diferentes.

Rocas de formas peculiares y animales “a lo suyo” se ofrecen a la vista, transmitiendo a quien por aquí transita sensaciones en consonancia con su estado de ánimo.

Desde la base de la pared Sur del Yelmo intento encontrar la ubicación de la Lagunilla del Yelmo, escondido lugar al que llegué una mañana de niebla, hace unos cuantos meses, y cuyo acceso hoy, a pleno sol, soy incapaz de encontrar. Tras haber descendido un trecho largo buscándola, me detengo sobre unas heladas rocas, y ante el panorama agreste y carente de trocha alguna, decido retornar al pie del Yelmo para seguir con la ruta prevista ¡Otra vez será!

A la derecha, cara Sur del Yelmo
Desciendo por el camino más normal de acceso al Yelmo por la ladera Sur, y alcanzo la Gran Cañada que aquí, sobre el Tranco, discurre  por una amplia explanada herbosa. La senda, bien marcada, se extiende  unos 6km de Oeste a Este, enlazando la vertiente de Canto Cochino con el Hueco de San Blas, “faldeando” la Pedriza Anterior en el entorno de los 1.350m de altitud, cruzando la Senda Maeso para, al poco de pasar al pie de la inconfundible mole de las Peñas Cagás (en clara alusión al sinnúmero de deyecciones de buitres que, a fuerza de años, han conseguido “fundirse” con el granito), comenzar el claro descenso, paralela al Hueco del Recuenco, llegando finalmente al Canto del Berrueco.


Cara Sur de las Peñas Cagás
Recorrido de unos 14km de longitud, salvando un desnivel total de unos 800m de D+, conformando una ruta circular poco usual, que permite acceder a la Pedriza “desde fuera” (el Hueco de San Blas), tocando una de las zonas más emblemáticas de la misma (la cara Sur del Yelmo), abandonándola después a través de una de las sendas más renombradas y menos transitadas en su totalidad, como es la Gran Cañada. Lugar de altivas rocas, donde la imaginación interpreta sus formas y perfiles, bajo la atenta mirada de cabras monteses y buitres que, desde la distancia y seguridad de sus atalayas, contemplan a los que por la zona transitamos más o menos pausadamente. Todo esto antes de las primeras nevadas del invierno.






jueves, 16 de enero de 2014

Cadrete. Castillo, barranco de las Almunias, molinos de viento.

Cadrete (Qadrit en árabe) fue fundada por un asentamiento árabe que dejó, como parte de su  legado, una impresionante fortaleza en lo alto de una empinada colina, construida antes del año 935, empleando para ello, qué otra cosa podía ser, el yeso del que está formado el terreno.

De nuevo un día borrascoso en el Pirineo sirve de excusa perfecta para continuar explorando los yesos esteparios de la depresión del Ebro.

Dejo el coche junto a las escuelas de Cadrete. El castillo domina desde la altura, y yo me enfilo por la empinada callejuela que se dirige hacia él. El asfalto pronto se transforma en pista de tierra que mantiene la dura inclinación. Como voy fresco, casi sin darme cuenta alcanzo las murallas defensivas. La poterna está cerrada. Sin demasiada dificultad podría encaramarme por alguno de los laterales y entrar pero, los escarpes y “el patio” son lo suficientemente verticales y profundos como para disuadirme de intentarlo. He venido a por barrancos, no a asaltar fortalezas.

De manera que dejo la torre dentro de sus murallas, continuo ganando altura y, por la parte superior de los cerros, me dirijo hacia el enorme molino eólico que, a unos cientos de metros del castillo, también se yergue sobre la población. Más de mil años separan ambas construcciones.

El siguiente objetivo consiste en descender hasta el barranco de las Almunias, bien visible desde estos altozanos, para lo cual sigo recorriendo las estrechas trochas que van apareciendo y que se dirigen hacia él.

Barranco de las Almunias
Encuentro una senda que llega hasta el mismo fondo de la barranquera, que bajo con cuidado, porque la cuesta es muy pendiente y las piedras de yeso que la cubren son bastante inestables, hasta alcanzar el fondo de las Almunias.

Descendiendo al barranco de las Almunias
Es éste un barranco largo, de pendiente moderada y sostenida, que en unos 8,5km de buen sendero supera un desnivel de 350m, en el que la vegetación y el paisaje van cambiando y sorprendiendo muy agradablemente a medida que se recorre.


A pesar de los tramos con barro, en los que hay que lanzar la zancada con cuidado, para no resbalar, el sendero es firme, lo cual permite ir ojeando los paisajes.


Al cabo de un rato paso junto a un gran arco natural bajo el cual sale una pista que asciende fuertemente hacia el conjunto de lomas laterales. La tomaré a la vuelta con la intención de llegar directamente a Cadrete, porque las Almunias desembocan en el pueblo de Santa Fe, unos 2km al Norte.

De momento, Almunias arriba por un terreno que a partir del arco natural se abre bastante, y que transmite la sensación de transitar por un remanso vegetal haciendo olvidar el yeso y la estepa en la que se enclava el barranco. Pinos, verde, amplitud, todo ello enmarcando un sendero que se deja correr y que en cada recodo ofrece un panorama diverso y muy de montaña.




La salida por la parte superior, a la Plana y sus molinos, vuelve a poner las cosas en su sitio: aire, rastrojo, aspas zumbando. Así que, parada en seco justo en la linde que separa la áspera meseta del verdor del bosque. 

La Plana, reverberante panorama.
Es el momento de tomar unas almendras y un plátano antes de emprender el retorno por el mismo sitio, que bien merece la pena contemplarlo en sentido contrario.

Cuando vuelvo a llegar al arco natural, en mi propósito de ampliar la exploración del entorno, enfilo por “la muy pronunciada pendiente” que sube toda derecha hasta lo alto de la loma. 

Abajo queda el arco natural.
A partir de aquí, rompe-piernas por las partes altas hasta llegar y detenerme al borde de una profunda y ancha barranquera transversal interponiéndose; en el lado opuesto, el molino que domina Cadrete; en éste, mi chasco y yo; así que lo mejor que puedo hacer ante semejante panorama es descender de nuevo al barranco de las Almunias; lo cual, bien mirado, me brinda la posibilidad de recorrer en bajada un tramo que no había hecho en subida, y salir a Santa Fe.

Para volver al coche ya sólo tengo que solventar los aproximadamente 2km de  camino asfaltado que, a pie de talud yesífero, une ambas poblaciones ¡Algo así como la puntilla, vaya!


Ultima mirada al castillo,

y al molino antes de emprender el retorno a Zaragoza, tras haber realizado un recorrido de unos 22km de longitud, salvando un desnivel acumulado de unos 600m de D+, por un lugar verde y escondido, muy bien resguardado dentro de un entorno de seco yeso.