jueves, 30 de agosto de 2012

Pic de Lurien. Directo desde Fabreges, más el plus de Arrious.

La panorámica desde la cima del Lurien bien vale los 1.600m de un tirón que suponen alcanzarla
Dos son los valles sucesivos que, traspasado el collado de Portalet, se adentran hacia el Este, alejándose del Midi d’Ossau: uno es el de Arrious, que arranca del Caillou de Soques, camino usual con destino al pico de Arriel, y el otro es el de Lurien, con origen en el lac de Fabreges.
A Manuel y a mi nos agrada realizar circuitos por la montaña, más que ir y volver por el mismo sitio; por lo tanto ideamos subir al Lurien desde Fabreges, bordear el pico en descenso por el collado de Lurien hasta el collado de Arrious, pasando por el lac d’Artouste, y descender al Caillou de Soques por el barranco de Arrious. De esta forma completamos “le tour du Lurien”.
Son muchas o pocas las palabras que pueden usarse para describir este itinerario. Optando por lo breve, nuestra impresión es que la vuelta al Lurien, con ascenso a la cima, puede calificarse como “preciosa”, con imágenes “de postal”.
Para llevarla a cabo basta con tener una forma física aceptable (son unos 1.900m de D+), madrugar un poco para que el sol no te pille de pleno durante la subida hasta la cima (tirón de 1.600m desde Fabreges), ojo medianamente avezado para no perder los abundantes hitos que jalonan todo el recorrido, y amplia retentiva para ir almacenando los innumerables paisajes y rincones bellos que iremos encontrando durante el variado recorrido. Pirineo a tope con lagos de altura, picos altivos y tramos de suaves valles. El agua abunda y al doblar de cada recodo una nueva estampa pirenaica se ofrece ante los ojos.
Los primeros 300m de subida desde el lac de Fabreges (1.260m) son de lo más pendiente: sin tregua por entre los helechos de más de 2m de altura para después discurrir por un tupido hayedo donde los bastones se muestran de gran ayuda.
Tras el bosque el camino discurre por los pastos de altura en dirección al lac de Lurien (2.211m), previo paso por un alargado refugio / barracón de gran capacidad, no guardado, que se mantiene bien anclado a la ladera, con compartimentos interiores que pueden dar cabida a varias decenas de personas y, seguramente, no menos pulgas.
Transitar a la sombra es el premio por madrugar
Sobre el lago, el Lurien presenta su cara Norte,  que cuanto más te aproximas más accesible se muestra. Los mojones guían la ruta, que deriva ligeramente hacia la izquierda de la vertical de la cima, por un par de fáciles chimeneas poco pendientes que salvan los resaltes intermedios.
Se sale a la cresta que se sigue fácilmente unos 100m hacia la derecha hasta alcanzar la cumbre del Pic de Lurien (2.826m). Este tramo con nieve puede resultar expuesto, a causa de la vertical caída y patio que las vertientes Sur y Este del Lurien descuelgan sobre el Lac d’Artouste, 800m más abajo.
Desde la punta el panorama es espectacular: al Sur se despliegan las cimas de los colosos vecinos, los montes que ascendimos los días pasados se ofrecen a la vista sin obstáculos: Pallas (tan luminoso hoy, tan cubierto y fosco hace un par de días), el Garmo Negro y Argualas, cuyas aéreas crestas trepamos no hace mucho, los Infiernos, el Arriel.
Pallas, Balaitous y Frondiellas captan nuestras miradas desde el reposo en al cima del Lurien
Desde esta atalaya volvemos a recorrerlos mientras cómodamente sentados tomamos un plátano, alguna barrita energética y agua.
Los ibones de Arremoulit brillan al sol de la mañana.
Llegan algunas personas más a la cumbre, es momento de continuar con nuestro “tour”, no sin antes echar un vistazo al valle recorrido durante la subida. Desde aquí arriba se ve toda la ascensión desde Fabreges. Buen itinerario para realizar con esquíes de travesía. Lo apuntamos para cuando haya nieve y tiempo para ello.
Desde la cumbre del Lurien, todo recto hasta abajo, el lago de Fabreges.
Una vez en el collado de Lurien una clara senda desciende contorneando el pico por el Norte primero, y el Este después, hasta llegar al gran lago de Artouste.
Correr por ella es una verdadera delicia.
Breve alto para ver, detrás, el collado de Lurien desde el que hemos partido hace bien poco, antes de continuar carrera hacia abajo.
Vamos ahora ya hacia el Este, y el Pallas hace su aparición en el recodo. Hermosa y erguida cima hoy, que tan oscura y tormentosa nos acogió hace un par de días.
Descendemos unos metros más, y van ya casi 300m, y alcanzamos el enorme y esplendoroso lago de Artouste (1.997m).
Sobre el lac d'Artouste, el Pallas a la izquierda y el Arriel a la derecha, en medio el collado de Arremoulit
Sobre él, y a nuestra derecha, la vertical cara Este del Lurien.
El pico Lurien desde el lac d'Artouste
Tomamos una barra energética  y algo de agua, y después de bordearlo alcanzamos el collado de Arrious (2.250m). Último repecho del día. De aquí en adelante todo es bajar hasta el Caillou de Soques, por el conocido valle d’Arrious, tantas veces escenario de nuestras travesías con esquíes al Arriel.
El sendero bien marcado, y las ganas de llegar a la sombra del bosque, huyendo del fuerte sol, dan alas a nuestra carrera cuesta abajo.
Llegamos al puente que cruza el río d’Arrious y da entrada al bosque, recomponemos las piernas y nos internamos en el bello tramo de hayedo que nos separa del punto de destino, el Caillou de Soques.
Postales pirenaicas al alcance de la mano y fuerzas de cada cual, a lo largo de un recorrido que salva un desnivel de 1.900m de D+, que perdurará en nuestra memoria, y que deja abierta una atractiva opción para esquí de travesía en cuanto las condiciones lo permitan.
El Midi d'Ossau recibe nuestra mirada de despedida por esta vez

domingo, 26 de agosto de 2012

El Pico Pallas por la chimenea Ledormeur.

Desde el ibón medio de Arriel el Pallas muestra su cara Sur, por la que discurre la chimenea Ledormeur. En el centro, el collado de Lavedan
Si elegante resulta subir al Balaitous por la gran diagonal, no lo es menos el ascenso al Pallas por la chimenea Ledormeur. Podría decirse que el hermano pequeño emula al grande.
El Pallas, con sus 2.974m de altura se queda a un corto paso por debajo de los tresmil, a los que por porte, escenario y ascensión no tiene nada que envidiar. De hecho, estando junto al coloso de la zona, el Balaitous, no sólo no pierde su individualidad sino que contribuye notablemente a crear el marco de alta montaña que, junto con el pico de Arriel, ofrece este recoleto lugar.
Los ibones de Arriel brindan la belleza del agua transparente, los collados de Arremoulit y Lavedan son los pasos fronterizos y las compactas moles rocosas de las cumbres aportan las crestas y cimas que  lo cierran por los costados.
Mi amigo Manuel y yo iniciamos la marcha desde la Sarra sin haber madrugado demasiado, el día se presenta nuboso. No sabemos si evolucionará hacia claro o hacia lluvia, eso ya lo veremos más adelante.
Marcha viva por el bosque de hayas camino del paso del Onso y acceso al llano de Cheto, donde la variedad de vegetación que conforma el sotobosque nunca deja de sorprender gratamente.
Tras cruzar el torrente que baja de los ibones de Arriel iniciamos la fuerte subida hacia el ibón de Respomuso, alcanzando al poco el cartel que marca el desvío hacia los ibones de Arriel. Lo tomamos y entramos en una ladera boscosa muy empinada que, a medida que asciende, ofrece unas bellas perspectivas del barranco de Aguas Limpias que acabamos de abandonar.
Salimos del bosque y damos vista a la parte alta del barranco de Arriel y al torrente que desciende de los ibones; enfrente a la izquierda una buena “pechada” hasta alcanzar la entrada a la cuenca lacustre de los lagos. Zona de frambuesas y rocas.
El tiempo parece que va decantándose más hacia malo que hacia bueno. Las nubes van ganando consistencia.
El Balaitous asoma ya en el horizonte, y poco más adelante también el Pallas se deja ver. Tras recorrer varios centenares de metros alcanzamos el ibón superior de Arriel, y el punto en el que diverge el itinerario hacia la Gran Diagonal del Balaitous (derecha) y el de la Chimenea Ledormeur del Pallas (de frente, derivando a la izquierda).  Cubeta ferruginosa, de color rojizo, base y antesala de la incómoda pedrera de bloques que hay que recorrer a partir de este punto. Estamos a 2.239m de altura; por delante, 735m hasta la cumbre.
En este momento me entra un mensaje por el móvil cuyo contenido hace que “deba contactar para hablar con el remitente”. No soy capaz de encontrar el lugar o piedra sobre la que subirme para conseguir cobertura suficiente.
Dejo la mochila con Manuel y retrocedo hasta el montículo que hay antes del ibón medio de Arriel. Ni rastro de la señal. Vuelvo de nuevo a donde está Manuel y acordamos que él sigue subiendo mientras yo, con mi mochila, retrocedo hasta encontrar la rendija de cobertura que me permita contactar.
Así que corriendo voy, con el teléfono en una mano (bien colgado del cuello, claro), un ojo en las “rayitas” de señal y el otro en las piedras del camino, y de esta guisa llego hasta la parte superior de la dichosa pechada de acceso al ibón inferior, donde por fin, a los 1.900m de altura ¡consigo línea!, despejo la inquietud y puedo dar media vuelta, lanzándome otra vez corriendo en pos de Manuel, a ver si logro alcanzarle antes de la chimenea.
Pero no, lo que sí logro es darme un buen rodillazo contra uno de los bloques de la pedrera, ocasión que aprovecho para, además de lamentarme por la magulladura, echar un buen trago de agua, antes de seguir cuesta arriba tratando de no perder las marcas rojas, en una trazada difusa y a veces complicada.
Llego al pie de la muralla cimera donde un cartel indica por dónde atacar la chimenea; la roca ahora es granito puro, duro y sólido, dejando atrás los bloques ferruginosos por fin. El gateo hace que ascienda rápido.
La chimenea está ocupada por una cordada de dos personas que la están descendiendo. Como la roca es sólida y la conozco de otras ocasiones, asciendo mientras el de arriba se afana en su descenso para ir recogiendo la cuerda y no liarse demasiado con ella.
Me alegro de no cruzarme aún con Manuel, esto me da esperanza de hacer cima con él. Trepo rápido y cuando estoy a unos 15 metros de salir a la cresta, aparece Manuel en ella. Me espera y juntos vamos hacia la cumbre. Él hará hoy el Pallas dos veces, una en solitario y otra conmigo.
Alcanzando la cima del Pallas. Al fondo, el Balaitous y los Frondiellas
El tiempo va claramente a peor. La temperatura ha bajado y el viento sopla fuerte en la cima del Pallas (2.974m) mientras nosotros, últimos visitantes del día, nos abrigamos, comemos lo justo para que yo pueda recuperar el resuello, y emprendemos la bajada intentando que la amenazadora lluvia nos coja lo más abajo posible.

Desde la cima del Pallas, contemplamos el pico de Arriel, a sus pies, los lagos de Arremoulit. A la derecha, el Midi d'Ossau.
El descenso de la chimenea es entretenido y requiere elasticidad, pero no es técnicamente complicado. La roca es firme y de momento no llueve. El cortavientos que llevamos puesto no sobra.

Una vez al pie de la misma, en el comienzo de la pedrera que nos devolverá al ibón superior de Arriel, empiezan a caer las primeras gotas. Suerte que ahora, en descenso, las marcas rojas se siguen bien y esto hace que la marcha cunda.
Llegando al comienzo de la pedrera a cuyos pies nos espera el ibón superior de Arriel
Cambiamos cortavientos por prenda para la lluvia, con capucha y cubremochila. El aguacero arrecia y el entorno por este ambiente pétreo de las altas cumbres es imponente. Cuando llegamos junto al ibón superior de Arriel nuestras piernas y tobillos lo agradecen. Hemos dejado por fin atrás la exigente pedrera que, con lluvia, se ha tornado peligrosa.
Sigue el aguacero mientras vamos bordeando los ibones de Arriel, camino de su desembocadura. Al llegar a ella, mirada atrás para ver cuan oscuro e inhóspito parece el lugar que acabamos de recorrer e iniciamos animosos y con mucho miramiento el descenso de la “dichosa pechada” que tantas veces he visitado hoy.
Antes de llegar al bosque cesa momentáneamente de llover, alcanzamos sin incidentes el llano de Cheto, recorriendo el bello tramo de vuelta a la Sarra con tiempo de ir observando distintos puntos del barranco de Aguas Limpias.
Al final, recorrido completo por una zona que se conserva agreste y natural, subiendo a un hermoso y sólido pico como es el Pallas por su elegante chimenea Ledormeur, que bien vale la pena visitar y desde su cima contemplar, además del Balaitous y los Frondiellas, el Arriel y el Lurien, pico que se convirtió en nuestro siguiente objetivo y al cual intentaremos ascender en los próximos días, cuando el tiempo y el cuerpo lo permitan.

A la derecha, el Lurien se eleva sobre el gran lac d'Artouste. Al fondo, en el centro, el Midi d'Ossau


lunes, 20 de agosto de 2012

Grupo de las Argualas. Los “mosqueteros” del Balneario de Panticosa.

Según se llega al ibón de los Baños por la carretera que sube desde Panticosa, si se dirigen los ojos hacia el Oeste, la vista topa con un grupo de tresmiles allá arriba, bañados por el sol, presidiendo unas laderas vertiginosas, que en 2,5km de distancia salvan un desnivel de 1.450m. Son las cimas de Argualas, Algas, Garmo Negro y su acompañante, la Aguja de Pondiellos, y la verdad es que de esta contemplación nace el deseo de recorrerlas aún a pesar de la disuasoria pendiente que hay entre sus cimas y las apacibles aguas del ibón desde cuya orilla las estamos observando.
Mi compañero de montaña por las sierras de Madrid, Manuel, tras una travesía pirenaica entre Benasque y Viadós (con una ristra de tresmiles por medio), dispone de unos cuantos días más para acabar de machacarse y por lo tanto, como yo estoy por la zona, enseguida nos ponemos de acuerdo para realizar un recorrido por estas cimas, buscando un itinerario algo fuera de lo convencional.
Balneario, collado de Pondiellos, Aguja de Pondiellos y Garmo Negro por la cresta Norte, para luego recorrer el cresterío del circo pasando por el Algas, acabando en el Argualas. Reino de la piedra y de las fuertes pendientes.
Son las 8:45h cuando iniciamos la marcha junto al lago de los Baños (1.636m), Manuel, aligerado de la pesada mochila de travesía que ha acarreado durante la pasada semana, marca un ritmo fuerte que nos aleja rápidamente del ibón, que se ve achicándose entre los pinos.
Superamos los pastos de las Majadas y entramos en la zona de pedrera, los gigantes vecinos aparecen por el horizonte, Vignemale, Dientes de Batanes, Serrato, y nosotros seguimos cuesta arriba.
Un sarrio contempla el escenario desde un sitio bien particular, mientras Manuel y yo tenemos ya a la vista el collado de Pondiellos (2.809m), adonde llegamos poco antes de las 11h.
A nuestra derecha la imponente cara Sur de los picos del Infierno, por la que desde aquí parece imposible transitar, aunque la realidad dice que sí se puede. A su lado, la silueta del pico de Arnales, poco visitado.
A nuestros pies, los ibones de Pondiellos y al fondo, el omnipresente Midi d’Ossau.
A la izquierda comienza la arista Norte que se descuelga del Garmo Negro, nuestra ruta de hoy.
Arista cimera hasta la Aguja de Pondiellos, a la derecha, tras la brecha, la cumbre del Garmo Negro
Enfilamos ahora la empinada canal que, desde el collado, asciende hasta salir a la cara E de la Aguja de Pondiellos (3.015m). La trepada no tiene dificultad. Hay que tener cuidado con los desprendimientos de piedras. Alcanzar la cima de este primer tresmil del día, en verano, sin vértigo, no es problema. En invierno, con nieve o hielo, la exposición es notable.

Entre la Aguja de Pondiellos y el Pico de Garmo Negro, que está ahí mismo, se encuentra una profunda brecha, de no más de 1,5m de longitud y 0,7m de anchura, con “menudo patio” a cada lado. Afortunadamente, resulta que “no es tan fiero el león como lo pintan”, pero hay que descender con cuidadín los últimos metros “terrosos” hasta la misma, y encaramarse “con decisión y entereza” para superar los primeros y aéreos pasos de la “veta” que, enfrente, asciende directa hacia el Garmo Negro. Aunque la dificultad técnica no supera el II-, no están permitidos ni vértigos ni titubeos.

Desde la cumbre del Garmo Negro (3.051m), una de las mejores atalayas de la zona, no queda más que descender por la pedrera apuntando al collado que en el cordal lo separa del Algas (3.021m), al que se accede sin problemas.
Continuamos en pos del último pico del día. Vamos bordeando a pie de cresta hasta ver la brecha a la que hay que acceder (seguimos los mojones), desde ella trepada de unos metros por el filo hasta pasar “al otro lado” y tomar las trazas de camino que conduce a la cima.
Desde la cumbre del Argualas (3.046m) tenemos abajo el Balneario, al frente, hacia el W, el Vignemale y el Perdido. Al N, la pirámide del Garmo Negro, con su enorme “pala”, se muestra impresionante.
Ya es hora de bajar, y de afrontar la inmisericorde pedrera que nos  llevara a las Majadas de Argualas, tras 600 m de descenso. A pesar de lo que manifiestan las piernas, el recorrido compensa.
Comienza la hierba, corre el agua, los acónitos y las digitalis afloran y decidimos beber  y comer en este lugar, después de tanta piedra, antes de completar la bajada.
Último vistazo a las cimas por las que hemos deambulado antes de emprender el bello y sombreado tramo por el bosque hasta llegar, de nuevo, al coche a las 5 de la tarde, tras haber realizado un recorrido la mar de pirenaico, en el que ha habido: fuertes cuestas, trepadas, ciertos equilibrismos sobre tramos de cresta, buenos patios a los lados, duro entorno, ibones, panorámicas sin límite, en fin, el conjunto de atractivos que hacen volver una y otra vez.

martes, 14 de agosto de 2012

Ansabere / Petrechema. Fieras y huidizas agujas en el verdor de Lescun.

Gran Aguja de Ansabere
A cada lado del túnel de Somport hay dos mundos bien distintos. La luz y el sol imperan en el lado español, el verdor y la bruma son los amos del lado francés. Estoy convencido de que para dar con un día entero de sol en la vertiente francesa es necesario vivir en ella.
Yo que ya había subido al Petrechema en ocasiones anteriores desde España (Oza y Linza), quise hacerlo esta vez desde Francia (Lescun), para contemplar en toda su magnitud las agujas calcáreas de Ansabere, pero lo que vi y admiré fue el verdeante bosque de Lescún, sus magníficas hayas y torrentes, porque las agujas en sí mismas, las intuí nada más y las pude contemplar tan sólo desde la cima del Petrechema, ya que la niebla mantuvo oculta su dolomítica estructura del lado francés durante todo el recorrido.
Tan pronto se sale del túnel de Somport comienza el espectáculo. En un marco de verdor la carretera pierde altitud rápidamente hasta llegar, al cabo de unos cuantos kilómetros al desvío hacia Lescun. Si no importa la humedad y el deambular por bosques inacabables de hayas constituye un deleite, estos valles franceses que desde las poblaciones se extienden hacia la frontera con Aragón son dignos de recorrerse en su totalidad. Cuanto más abajo se parta, más bosque se recorre.
Para ascender al Petrechema dejo el coche en el aparcamiento de Masousa (960m). Son las 9h y la bruma tapa el paisaje desde los aproximadamente 1.500m, pero confío en que levante a medida que entre el día, porque parece que se va moviendo lentamente hacia las alturas.

El ambiente es muy húmedo, las plantas están goteando cuando comienzo a trotar por la pista que, por la margen derecha del torrente de Ansabere (izquierda en sentido de la marcha), va ganando altura suavemente hasta alcanzar el puente de Lamary (¿en memoria de alguna española que habitara por aquí, quizá?) por donde cruzo el torrente para seguir ascendiendo ahora por su margen izquierda (derecha en sentido de la marcha).

La niebla sigue rondando los 1.500m por lo que comienzo a temer que se mantenga; no obstante, el ambiente no defrauda un ápice, ni tan siquiera cuando salgo momentáneamente del bosque a una zona pasto desde donde las agujas “deberían” verse, pero están ocultas.

Cruzado el claro me interno de nuevo entre las hayas por donde el torrente fluye entre las piedras cubiertas de musgo y las rojas hojas que tapizan el suelo. Este entorno produce una sensación de profunda paz y quietud donde nada desentona. El zanqueo me cunde, la humedad surca la cara en forma de regueros de minúsculas gotas, el vaho se aferra a las gafas, el ritmo es bueno.

El sendero sale del bosque, los árboles dan paso definitivamente al pasto y a las piedras. La neblina continúa ocultando pertinazmente a las huidizas agujas, que siguen sin verse. Aquí se encuentran las cabañas de Ansabere, donde un rústico cartel indica muy claramente lo que se debe hacer.

A ratos se puede ver el collado de Petrechema, para luego volverse a tapar. Al menos puedo orientarme y encaminarme hacia él, porque por aquí los franceses con los que me voy encontrando parece que para todos sea la primera vez, porque a mi pregunta de si el sendero es el correcto para llegar al collado, cuando la bruma lo tapa todo, las respuestas que recibo son: je crois, peut etre, así que tiro de mapa e intuyo, mientras ellos optan seguidamente por la dirección que tomo yo.
Alcanzado el collado de Petrechema (2.082m) la niebla empieza a desvanecerse por la parte española, la ladera de acceso a la cima se entrevé con cierta claridad. Los últimos 150m hasta la cumbre ya los hago al sol, el mar de  nubes queda abajo. De este entorno irreal sobresalen los picos de Collarada, Bisaurín, etc.

A las 11:45h alcanzo la cima del Petrechema (2.370m) y desde ella, separada por una profunda brecha, puedo contemplar la Aguja Norte de Ansabere. Mirándola me viene a la mente la descripción de la primera vez que fue escalada, el día 24 de junio de 1923: Lucien Carrive (avezado escalador) y el principiante Armand Calame, con la ayuda de una vieja cuerda de cáñamo lo consiguieron a costa de sus vidas. Calame, yendo de primero, superó una fisura extremadamente difícil. Después, al tratar de pasar Carrive la cuerda se rompió y cayó al vacío. Calame llegó solo  a la cumbre y al intentar bajar con el trozo de cuerda que le restaba cayó y se mató también (“La conquista del Pirineo”. M. Feliu).
Las personas que van llegando a la cima me sacan del ensimismamiento, veo que ha pasado casi una hora, así que tomo unas almendras, un gran trago de agua y …. cómo no ¡un plátano!, antes de lanzarme hacia abajo por el camino de subida.
Las dos agujas de Ansabere, izquierda el Petrechema, derecha, la gran Aguja.
La bruma sigue igual, voy deprisa por la pedrera hasta alcanzar las cabañas de Ansabere, donde ahora hay mucha gente.
Me interno en el bosque donde el buen sendero permite correr durante todo el tiempo. De nuevo entre hayas, con las agujas de Ansabere ocultas entre las nubes, el entorno se muestra espléndido y acogedor.


Son las 14h cuando alcanzo el coche tras haber recorrido unos 13km superando un desnivel total de 1.400m de D+ y que, gracias a la niebla, podré volver a repetir con la excusa de ver las agujas que hoy se han mostrado tan esquivas.