lunes, 27 de febrero de 2012

Callejón de la Abeja. En lo más profundo de la Pedriza Posterior.

La Pedriza Posterior o Circo de la Pedriza presenta una topografía intrincada, en la que se observan claramente una serie de estribaciones rocosas internas que se desprenden desde lo alto, en sentido Norte – Sur, desplegándose y bajando a modo de radios hasta casi la parte central del Circo, trazando claras líneas grises de granito sobre el verde oscuro de la abigarrada vegetación que cubre la zona.
Estas estribaciones delimitan una serie de canales o callejones, siendo el Callejón de la Abeja el más destacado, canal que converge en su parte inferior con la vaguada de subida al collado de la Ventana, y que, en su ascenso hacia el Cerro de los Hoyos y la Esfinge, va flanqueada a su derecha por los enhiestos y altivos Riscos de la Miel (las Damas, el Cocodrilo, el Risco de la Nieve, etc.),...
Riscos de la Miel
... y en la izquierda, por otros de menor altura entre los que La Aguja del Sultán es la más característica.
Cara Oeste de la Aguja del Sultán
Manuel y yo nos hemos planteado para hoy un recorrido agreste, variado y atípico: Canto Cochino – Callejón de la Abeja – Coll. de la Ventana – Pradera de Navajuelos – Mataelvicial - Coll. de la Dehesilla – Canto Cochino. Queremos empaparnos de Pedriza, adentrarnos por esos vericuetos que pocos transitan, descubrir espacios y zonas que aun no hemos visitado.
Y vaya si nos empapamos, porque ya en Canto Cochino nos empiezan a caer unas gotas, y la nube y el chirimiri nos acompañan hasta el comienzo del Callejón de la Abeja.
Por  “la Autopista”, siguiendo las señales de GR y PR (GR10 y PR2), entre el pinar e ignorando los desvíos a ambos lados, incluido el  desvío a la derecha hacia el Refugio de Giner de los Ríos, alcanzamos el lugar donde abandonar el PR2, que sube hacia el Collado del Miradero, y vadeamos, hacia la derecha, el Arroyo de los Poyos.
Continuamos el ascenso por la senda que surca el bosque; Manuel marca una marcha viva, rápida; aproximadamente a un kilómetro vemos el desvío a la izquierda que, cruzando el Arroyo de la Ventana conduce a Los Llanillos, y que no tomamos. Estamos cerca del nuestro, así que continuamos el ascenso unos 300 metros más, hasta la altura de los 1.450 m donde en un giro a la derecha, ante unas rocas de gran tamaño, se encuentra el discreto ramal a la izquierda que nos conducirá a media ladera hacia el Arroyo, con poco agua y mucho hielo, y al inicio del Callejón de la Abeja. Es importante atinar con esta derivación, ya que uno, absorto en la subida, tiende a pasarla de largo; es por esto por lo que hemos ajustado el altímetro antes de empezar.   
Algunas señales azules, medio desvaídas, y los bien colocados mojones nos marcan la trocha idónea.
Nos percatamos ahora de dos cosas: la primera, que por fin cesa la pertinaz llovizna que nos ha acompañado hasta aquí, cosa que agradecemos, y la segunda, que el callejón es más amplio y despejado de lo que nos esperábamos, lo que también agradecemos.
Vamos subiendo al pie de las enhiestas paredes del Cocodrilo y la Aguja del Sultán, hasta llegar a una zona más despejada, fuera ya del bosque, pequeño llano donde vemos dos alternativas: de frente continúa el Callejón propiamente dicho, y a la izquierda se abre un collado al pie de la Aguja del Sultán. Optamos por pasar al pie del Sultán.
A medida que subimos, los contornos de Las Damas, con el Caballito de Ajedrez al fondo, van perfilándose conforme va apareciendo el sol.

Llegamos a la base de La Aguja, y pasamos “al otro lado” ya con el sol dándonos en la espalda.
El ambiente es solitario, áspero, las rocas “mandan”, los brezos se agazapan a sus pies, algún pino solitario “se atreve por aquí”.

Algún otro ya se extinguió, pero aun caído apunta hacia el gran mogote al que nos dirigimos, a cuyo pie enlazamos con la senda del PR1 (senda Termes), que baja de las Torres hacia el Collado de la Ventana. A partir de  ahora seguimos las marcas blanqui-amarillas.
Al llegar al pie del Puro dejamos atrás el entorno pétreo de las Torres por el que hemos estado transitando, y damos vista al amplio Collado de la Ventana; hacemos un alto para comer algo.
Dos cabras se nos acercan parsimoniosamente, con curiosidad.

Otra reposa tranquila y confiada.

Una, audaz y joven, se arrima todavía más, silbando entrecortadamente, con sus sentidos alerta, los ojos marrón verdosos fijos en los nuestros. Evaluando.

Da un respingo y retrocede unos pasos, mientras su compañera, menos intrépida, permanece ajena a los latidos acelerados de su congénere.

Finalmente, tras oler los dedos y lamer las yemas con su lengua oscura y suave, sucumbe a la tentación de tomar “una almendra salada”.
Nos sentimos en plena sintonía con el entorno, con la vida de estos parajes, pero es momento de continuar, todavía nos queda un buen trecho.
Para acortar, abandonamos el sendero que va hacia el Collado de la Ventana, y bajamos directamente, siguiendo unos mojones, hasta entroncar con la marcada senda que enlaza el Collado, a nuestra izquierda,  con el  Arroyo de la Ventana del fondo del barranco; el que seguimos esta mañana en sentido ascendente hasta el punto donde nos desviamos hacia el Callejón de la Abeja.
La alcanzamos y vamos bajando por zona de gayuba y pinos, hasta que en la cota de 1.650m (de nuevo útil el haber ajustado el altímetro a la salida de Canto Cochino), encontramos un  ramal hacia la izquierda, que tomamos, abandonando la vereda por la que veníamos, y por el que, sin perder altura, bordeamos las Buitreras y alcanzamos la Pradera de Navajuelos.

Terreno solitario, al pie de rocas de llamativas formas, …
… por medio de vegetación y pinar “sin humanizar”, que dejan entrever extraños contornos pétreos.
Finalmente alcanzamos de nuevo la Senda Termes y sus marcas blanqui-amarillas, en su descenso desde la Pared de Santillana, y que ahora seguimos, atravesando el jardín rocoso de la Bola de Navajuelos.
A partir de aquí, y descendiendo hacia el Collado de la Dehesilla bordeando el risco de Mataelvicial, encontramos las primeras personas de todo el recorrido.
En el collado comemos algo, y nos encaminamos, ahora por terreno bastante concurrido, hasta el aparcamiento de Canto Cochino.
Caminata que comenzamos bajo las gotas de la lluvia y acabamos a pleno sol, que nos ha permitido “descubrir” zonas recoletas de la Pedriza, transitar por terrenos vírgenes, convivir con la fauna de las alturas, absorber los olores y colores del monte, oxigenar las meninges, imaginar las formas de las rocas y trazar mentalmente nuevos itinerarios para otros días que ya vendrán.
Recorrido pleno, con un desnivel acumulado de 1.100m de D+, realizado en esta primavera que ha llegado en el mes de Febrero, sin que este año el invierno nos haya traído “la verdadera” nieve, que ya hemos dejado de esperar y que a buen seguro echaremos de menos más adelante. Pero esto todavía ha de ocurrir.  

lunes, 20 de febrero de 2012

Cara Norte de Cabezas del Hierro. La labor del viento y del hielo.


Y nevó, por fin nevó. Y heló, vaya si heló. También sopló el vendaval, hasta que se calmó. Casi dos semanas de frío y viento Siberiano han sido necesarias para que la Sierra de Guadarrama tenga una cubierta de nieve, pero …. y en el “pero” está el “quid” de la cuestión. La nieve cae y la desaforada ventisca la arremolina, transporta y deposita a su capricho. Deja laderas desnudas (la vertiente Sur de la Cuerda Larga, Cabezas incluidas, aparece sin un ápice de nieve), mientras la acumula de forma irregular en las Norte o valles cerrados con gran dominio de la sombra (tal es el caso de Las Cerradillas).
El aspecto es gélido. Allí donde el torbellino azota, todo está cubierto de nieve y hielo, pinos y rocas tratados por igual.

Sin embargo, ¿No ha incluido siempre la montaña un superar dificultades con ilusión?, así que ¡madrugón, esquíes, mochila, coche y en marcha!
 ¿Por dónde empezar, qué circuito trazar, dónde estará mejor la nieve, tendrá suficiente espesor como para cubrir bien las ásperas piedras? Todas estas preguntas y dudas se agolpan en mi mente mientras conduzco hacia la estación de esquí de Valdesquí, base desde la que arrancará cualquiera de los itinerarios que finalmente decida. Durante el trayecto recibo un inesperado SMS de Manuel proponiéndome salir “este domingo”. Respondo, y acordamos encontrarnos en el aparcamiento de la estación.
Son las 8:30am cuando salimos desde el estacionamiento (1.800m), ascendiendo primero por una ladera N en la que todo está helado, hacia el lugar donde acaba el telesilla del Noruego (2.100m), desde donde es posible tener una panorámica completa del tubo NW de Cabezas y del valle de las Cerradillas.  
Desde el Noruego, a la izquierda las 2 Cabezas del Hierro con su tubo NW
Las nubes se retuercen al capricho de las corrientes de aire, nosotros nos abrigamos antes de continuar.

¿Qué hacemos? Una opción es descender al valle de las Cerradillas, hacia el tubo NW, para ascender por él a Cabezas. Otra es seguir subiendo hasta el cerro de Valdemartín.
Finalmente optamos por “dejarnos caer” hacia el valle. Los primeros giros son de tanteo, la nieve está peor de lo esperado, suelta y con poco espesor. Vamos con cuidado, tratando de proteger los esquíes de las piedras que hacemos aflorar con los giros, y nuestras piernas de las trampas que acechan bajo el discreto manto.

Nieve suelta, hielo, roca y sombra nos acompañan a medida que nos vamos aproximando hacia la base del tubo NW, manteniendo a nuestra derecha las laderas Norte del collado de Valdemartín.
Avanzamos sumergidos en el ambiente de alta montaña que envuelve este valle, tan próximo a las pistas de esquí y tan ajeno a ellas, al mismo tiempo.
Desde la superficie helada del valle de Las Cerradillas, al fondo, aún a la sombra, el collado de Valdemartín
 La subida por el corredor NW la iniciamos a la sombra, la nieve escasea y está dura en la zona del barranco, pero las cuchillas hacen su papel. Subimos por donde la nieve lo permite, al principio por la hondonada; cuando se empina demasiado, salimos al lateral, a sortear las rocas y los agujeros que se forman al apoyar los esquíes sobre los arbustos enterrados. Unos cuantos cambios de trayectoria algo comprometidos al final, y accedemos al “plateau” que hay al pie de las cimas de las Cabezas del Hierro.
Echamos una mirada hacia la entrada del tubo Norte. La pinta es muy poco prometedora: nieve helada y rocas aflorando. Casi tenemos ya decidido no bajarlo hoy.  
La Cabeza del Hierro Mayor
Nos encaminamos hacia el collado que separa las cimas de Cabezas. La pendiente aquí es moderada. A medida que nos aproximamos a la loma, el terreno, barrido por las fuertes ráfagas, ofrece una superficie semejante a un campo de coliflores heladas por las que resulta difícil transitar con esquíes de travesía. El tubo Norte se aleja cada vez más de nuestro objetivo para hoy.
La nieve toma la forma de coliflor helada en el venteado collado entre las dos Cabezas del Hierro
En la cima de la Cabeza Mayor (2.383m) coincidimos con dos personas que han subido con crampones por el tubo N, y nos confirman que hay hielo y muchas piedras. Nuestro objetivo alternativo se aclara: volveremos a descender por el tubo NW (el de subida) y remontaremos luego a Valdemartín para buscar el comienzo de las pistas de esquí (El Telégrafo) y aprovecharlas en descenso.
Ajustamos el casco y la mochila, subimos las cremalleras, comprobamos los cierres de las botas y las fijaciones, y hacia abajo. Las piernas y esquíes traquetean sin contemplaciones por el “campo de coliflores”; descendemos ¿esquiando? hasta que la nieve del tubo se vuelve “traicionera”, alternando entre helada y suelta e inestable en pocos metros. Así que, hacia su mitad, cargamos las tablas en la mochila y continuamos a pie.
Miramos hacia la bajada que acabamos de terminar, mientras ponemos focas y comemos algo.
Mirada hacia Peñalara y su cara Sur (allí sí que ha cargado la nieve) antes de reiniciar el ascenso hacia el Noruego.
Encontramos la nieve muy poco asentada, blanda, dificultando mucho el avance, aún con los esquíes.

De vuelta en el Noruego iniciamos ahora la ascensión al cerro de Valdemartín (2.270m) al ritmo de “cuchillas chirriando sobre hielo”, que nuestras piernas toman con determinación ¡La bajada por las pistas lo compensará finalmente todo!
Al llegar al Telégrafo nos extraña encontrar parado el arrastre y a nadie alrededor. Tan sólo a lo lejos, en la Bola, hay movimiento.
Iniciamos el descenso y a los pocos metros nos damos cuenta de la “cruda realidad” ¡No están habilitadas las pistas de este lado de la estación! En su lugar volvemos a encontrar el mismo hielo y las mismas piedras que nos han acompañado durante toda la jornada.
Con resignación y sumo cuidado esquiamos estos tramos, llegando al coche sin percances y con el tiempo justo de meternos en el atasco fenomenal que se forma para comunicar Valdesquí con Navacerrada ¡¡Dos horas para recorrer 10km!! Sin exagerar ni un ápice.
Al menos, la bella estampa de los pinos cargados de nieve nos va haciendo compañía a lo largo de esta procesión.
El broche justo tras haber superado un desnivel acumulado de 1.200m de D+.

domingo, 12 de febrero de 2012

Picos Astún y Belonseiche. Hielo y viento en la frontera.


El parte meteorológico lo decía bien claro: “Día soleado pero gélido, con vientos moderados del NE. Temperatura en cota 2.000m de -17ºC con sensaciones térmicas de -30ºC. Abrigarse y protegerse bien” ¡Y vaya si acertó!
Mi hermano Manuel (Manumar) y yo teníamos “in mente” subir al Anayet por la Canal Roya, pero en cuanto vimos cómo se mostraban las laderas Oeste y Norte, junto con el frío que hacía, optamos por “hacer un recorrido al sol”, encaminándonos hacia el ibón del Escalar y a las cimas que lo circundan. Itinerario Sur – Norte, garantía de sol.
En el Pirineo hay nieve, pero no tanta, y sobre todo, mal distribuida. El viento ha hecho, y sigue haciendo, de las suyas, quitándola de un sitio y llevándosela hacia otros.
En nuestra ascensión constatamos “las olas” modeladas sobre la  nieve, y sobre todo, el frío y el hielo.
Mirando hacia atrás, se yergue la Raca
Dejando el coche en el aparcamiento de la estación de esquí  de Astún(1.700m), comenzamos a subir por el fondo del barranco, y sorteando los tramos de “hierba al aire”, nunca mejor dicho, porque las ráfagas son continuadas, llegamos al ibón del Escalar (2.000m).

Hermoso y helado paraje circundado por montañas: a la izquierda (Oeste), el P. Belonseiche (2.293m), a la derecha (Este), el P. Astún (2.287m), y al fondo (Norte), el P. Escalar (2.286m); detrás, Francia.
Oteamos las tres cimas, evaluamos la calidad de la nieve, y finalmente optamos por subir primero al P.  Belonseiche por el collado de Audas.
Las cumbres y los collados se adornan continuamente con penachos de nieve impulsada por el viento. Sabemos lo que nos espera en cuanto “asomemos la nariz” sobre Francia.
A pesar de ir prevenidos, el viento que nos recibe al llegar al collado, junto con el hielo que vemos hasta la cima, nos muerde de veras. Dejamos los esquíes, ponemos los crampones, y bien apabilados por la ventolera, subimos los 100m de hielo que nos separan de la cumbre.
El pico de Midi d'Osseau muestra su perfil
Unos minutos para sonreír, ver el paisaje, ajustarse más si cabe “el plumas”, y para abajo, en busca de los esquíes y del ibón del Escalar. Buena nieve y giros encadenados nos llevan de nuevo hasta la el helado contorno del agua.
Pico Astún, sobre el ibón del Escalar
Un plátano, una barrita energética, y hacia la segunda cima del día, el P. de Astún, por el puerto de Jaca.
La nieve está perfecta hasta el puerto. La cornisa del collado silueteada en forma de dientes, deja ver cómo por detrás comienza a asomarse el icono de la zona, el Midi d’Ossau.
Igual que en el pico anterior, los 120m que separan el puerto de la cima son de “hielo brillante”. Se sorprende uno de lo bien que se va con los crampones, por esta superficie helada ¡Hay que ver lo poco que entran las puntas en el hielo”

Mirada en derredor, fotos y con cuidado para no resbalar, a por los esquíes. Las lágrimas que el viento provoca se congelan en las mejillas, las pestañas se cargan de perlitas. La ventisca azota, el entrecejo se frunce y se agradece todo el abrigo que uno lleva.
Al resguardo de la cornisa nos ponemos los esquíes, ajustamos las botas, y hacia abajo. Qué buena está ahora la nieve, y qué bonito el descenso por el barranco hasta llegar a la base de la estación de esquí.
Recogida de bártulos, plegaria para que nieve de verdad y se asiente bien, y así poder volver enseguida.

domingo, 5 de febrero de 2012

Hoyo de Manzanares: la Puerta del Parque y lugar de canteras.

Una grieta en el suelo rocoso, llena de agua,  es lo que queda de la antigua cantera de pórfido.
 El pórfido es una roca compacta y dura formada por cristales de feldespato y cuarzo, de tonalidad oscura (entre verde grisáceo y púrpura), que se utilizaba en la pavimentación de carreteras, muy estimada también para la decoración de edificios.
A raíz de la creación en 1985 del  Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares se prohibieron las labores extractivas en su espacio protegido, dándose por terminada esta actividad.
Tras varios días de “Siberiada”, con temperaturas en los -10ºC y vientos fuertes, el domingo amanece frío, nublado y algo ventoso.
La Sierra de Guadarrama se muestra inhóspita: no tiene nieve bastante como para calzarse los esquíes de travesía, pero sí hay la suficiente como para que, junto con los nubarrones pasando por encima, no resulte atractivo deambular en “zapatillas” por las zonas altas.
Todas las cordilleras montañosas tienen sus “pre-cadenas”, y la Sierra del Hoyo es “la pre” de la Sierra de Guadarrama. Así que Hoyo de Manzanares (1.000m), pueblo a los pies de aquella,  constituye un buen punto de partida en un día como este.
De entre los diferentes circuitos que se pueden trazar partiendo de esta localidad hoy tomo la Ruta Circular, dejando el coche al final de la calle de Prado Cerbuno, al pie de Los Picazos (La Peña Alonso - 1.293m- y la del Búho -1.264m).
Son las 10am cuando comienzo el trote. El cielo por encima de Los Picazos está claro, sin embargo, sobre el resto de la Sierra, densos nubarrones comienzan a superar los riscos dejándose caer hacia El Hoyo. De hecho, pequeñas y frías bolitas de nieve van depositándose sobre mi ropa.
Con decisión y optimismo voy calentando, el camino discurre al comienzo paralelo a la Sierra, para dirigirse hacia ella a los pocos metros. Es la única “cuesta arriba” del trazado; son unos 200 metros de desnivel que se ganan sin necesidad de bajar el ritmo.
A zancadas por este terreno de arena granítica, por medio de jaras y rocas redondeadas, apenas si me doy cuenta de que la nevada va arreciando. Lo que sí hago es subir la cremallera para proteger bien el cuello. Los guantes no sobran.
En un punto determinado una traza tenue, hacia la izquierda, abandona el sendero que voy siguiendo, enfilando hacia arriba. Me detengo, contemplo las dos opciones, y decido tomar la que sube: <<ya volveré a bajar aquí si esto se corta más arriba>> Me digo.
La cuesta es suave, voy pasando por entre jaras y cantuesos, de vez en cuando camino por encima de grandes lajas de granito.
La humedad aumenta, el musgo recubre las rocas, la zona es agreste. Los troncos de los deshojados rebollos, envueltos por el liquen, sobresalen mimetizándose con el gris del granito y del ambiente. Los copos de nieve vienen ladera abajo.
Un gran alcornoque se alza enfrente mismo.
La parte del tronco que en algún momento “fue pelada” es respetada por el liquen, que sí cubre el resto.
Aquí se acaba la traza que seguía, de modo que “a volver por donde vine”. No sin antes echar una mirada hacia los ahora lejanos Picazos ¡Parece que yo estoy metido en la borrasca mientras ellos aún se libran!    
De nuevo en la senda, reanudo el trote, y casi paso de largo el acceso a “La Cantera de pórfido”. Pero es sólo “casi”, porque hago un quiebro...
...y subo hasta la profunda hendidura en la roca, para contemplar los restos de esta explotación, cuyo fondo está cubierto de agua, tratando de imaginar las dificultades y esfuerzos que debieron suponer extraer el mineral de esta estrecha grieta.

Los copos de nieve que se cuelan por el cuello me sacan de la abstracción. Los sacudo, vuelvo a subir la cremallera, y hacia abajo.
A lo largo de este Recorrido Circular se van “traspasando barreras”; las metálicas, pintadas de rojo y blanco, colocadas para evitar que los vehículos a motor transiten por aquí. No menos de cuatro van ya pasadas cuando se alcanza la “carretera de Colmenar”, que se cruza para entrar en el Monte Ejido, no sin antes salvar la quinta barrera.
Jaras, encinas y líquenes acompañan este tramo, la arena de granito amortigua las zancadas, la nieve arrecia.
Dadas las circunstancias pienso que lo mejor es ponerse a resguardo, pero antes me subo sobre una roca al lado del camino, lanzo una mirada hacia la Sierra del Hoyo, y después ya tomo el sendero por la Cerca de la Mora, hacia la población.
Son las 11h 30m cuando llego al coche, tras haber recorrido 7,5km, que me han sabido a poco, pero que me han permitido descubrir un lugar ideal para visitar cuando las partes altas se presentan demasiado inhóspitas.